Para hablar de la felicidad quizás sería conveniente comenzar reflexionando sobre lo que es y a qué se refiere este concepto. La RAE lo define como: “estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno”. Así pues, nos queda claro que la felicidad es una emoción, una de las básicas, relacionada con la satisfacción de algo deseado.
Lo que cada persona puede desear para sentirse feliz puede ser muy diferente: desde algo material, cosas que nos rodean y que nos agradaría tener, a otra cuestión diferente relacionada con estar o con el ser. O sea que, si hablamos de felicidad, podemos ampliar el concepto, no solo a la idea de bien-estar, sino también a la de bien-ser, puesto que nos referimos a cosas externas o que nos rodean, en el primer caso y a cosas que se dan en nuestro interior, en el segundo.
La felicidad es, sin duda, un concepto subjetivo, personal y, casi intransferible. Algunas personas depositan la responsabilidad de la felicidad en lo que hacen los demás, el resto de seres que les rodean: familia, pareja, compañeros y compañeras de trabajo, incluso jefes o jefas, se pueden convertir en responsables de nuestra felicidad. Sin duda somos susceptibles a sentir diferentes emociones en relación a las cosas y personas que nos rodean, aunque también es importante que seamos capaces de darnos cuenta de la responsabilidad propia, interna que determina nuestras emociones, tanto en intensidad como en duración y en impacto que puedan tener en nuestras conductas.
Las personas suelen creer que su vida personal es algo en lo que tienen algo más de control o influencia, pero creen que en el trabajo no es así, que es una especie de lotería en la que te toca lo que te toca y hay que conformarse, fastidiarse o boicotear y devolver lo que reciben multiplicado por el máximo. Esa creencia impide que hagas cosas que podrían influir de forma determinante en tu felicidad laboral y en la de las personas que te rodean porque tiene un efecto contagioso. Es importante creer que no hay que sufrir lo que nos ha tocado en suerte, sino que podemos cambiarlo con el acompañamiento adecuado.
Hoy te animo a que cuides de tu felicidad, que hagas lo que hagas, pienses en la repercusión que eso va a tener en ti y en tu emoción placentera y de dicha. Aprovecha el día para darte cuenta de lo que puedes hacer para sentirte feliz: incluso puedes evitar que los demás te fastidies el día. Siempre puedes acudir a los profesionales para que te acompañemos en el proceso de cambio y mejora. ¡Feliz día!