Qué difícil es todo el proceso de crianza de los hijos e hijas, verdad? Pero no solo me refiero a ese período de crianza cuando son bebés o en su tierna infancia, adolescencia y en los inicios de la edad adulta. Muchas parejas o individuos más o menos jóvenes (y también rondando los cuarenta) llegan a la consulta de los profesionales de la psicología para resolver procesos de ansiedad, o buscando mejorar la relación de pareja, o con síntomas depresivos, entre otros. Estos procesos llevan asociado a ello la necesidad de romper el “cordón umbilical” que les liga a sus progenitores para poder ser ellos mismos y poder crear su propia familia, con sus principios y valores.
Cuántas madres y suegras, la mayoría de veces sin ser conscientes de ellos, sin darse cuenta, y muchos menos, sin querer generar este daño y este sufrimiento; siguen dando consejos, o queriendo imponer su sabiduría, la que poseen fruto de su experiencia, aunque se haya quedado desfasada y obsoleta.
Queridas madres y queridas suegras, vuestros hijos e hijas os quieren tener como ayuda y apoyo a su aprendizaje de vida, pero no como figuras de mando que quieren imponer su saber al precio que sea. Vuestros hijos e hijas no necesitan tener que discutir con sus parejas porque los ponéis entre la espada y la pared (o lo que es lo mismo, entre vosotras y la persona que han elegido para compartir su vida). ¿No es mejor estar a su lado y seguir teniendo su afecto que querer ganar una batalla, que lo más habitual es que perdáis? Si sometes a alguien a una elección, directa o indirectamente, en esa elección puedes no ser la opción elegida.
La vida nos ha enseñado que el afecto, el amor, puede sumarse, no es necesario querer dividirlo. Las madres y suegras no necesitan demostrar lo buenas que son, que han sido. No hagáis del amor a vuestros hijos o hijas, una competición. No queráis retener a la fuerza ni pretendáis que vuestros nietos sean algo parecido a un nuevo hijo o hija. Sabed quedaros en segundo plano ofreciendo lo que sabéis para que sea requerido solo cuando lo necesiten. Ese valor os hará más valiosas y mucho, mucho, más queridas. Pero sobre todo, recordad que ya tuvisteis vuestro momento y vuestro proceso en el que también tuvisteis que “cortar” con vuestra madre para comenzar una historia propia. Aprended ahora a mejorar lo que hubo en aquella situación y favoreced que haya un buen ambiente y una buena relación en la familia que ellos y ellas creen.