Somos conscientes de que estamos frente a una nueva generación de personas que utilizan la tecnología de una forma distinta, completamente integrada en su vida cotidiana de manera que lo utilizan para comprar, comunicarse con su entorno, gestionar su día a día en todos los ámbitos en los que la tecnología se lo permita.
Estamos asistiendo a nuevas formas de conocer gente, de relacionarse y también de hablar con los “demás”. Las aplicaciones de mensajes están sustituyendo la comunicación directa, el hablar cara a cara, o incluso hablar por teléfono. Los consumos de minutos de llamadas son casi inexistentes en las líneas de teléfono de los más jóvenes que, cuando pasan tiempo juntos y se despiden, siguen las conversaciones por el chat, siguen manteniendo comunicación, sin la parte verbal, ni visual, ni de tono, volumen, timbre, etc.
Ya sabemos cuáles son algunos de los peligros de la red, el ciberacoso, el grooming, o el ciberbulling son algunos ejemplos. Algunas personas se muestran con identidades que no son las suyas, y que no son reales. Las parejas comienzan una relación por una chat, se dejan por un mensaje de texto y se dicen cosas fuera de contexto que generan situaciones complicadas.
Puede que se dé una tendencia a hablar claro, a que cada cual diga lo que piensa de forma asertiva, pero la asertividad necesita empatía, necesita capacidad de escucha y también retroalimentación, para formar parte de una estrategia de comunicación efectiva. La comunicación de temas serios, importantes, donde hay afecto y emociones, corre peligro si se desarrolla excesivamente en las redes y medios de comunicación modernos. No se trata de ser anticuada, se trata de ser capaz de entender cómo funciona la comunicación cuando se trata de comunicar cosas importantes. ¿Qué opinas?
Catalina Fuster
Psicóloga y Coah