Hoy siento la necesidad de compartir esta experiencia con vosotros y vosotras, y promover la reflexión de algo que se considera complicado; me refiero a la forma de ganarse el respeto de colectivos de jóvenes y adolescentes que se consideran “complicados”. Os explico: se programa una actividad en un instituto de enseñanza secundaria de algún lugar de nuestra región, dirigido a uno de esos grupos de estudiantes de los que se han dado en llamar de “fracaso escolar”, esos grupos que cuando llegas al instituto empiezan a insinuarte que son complicados de manejar, que hay que tener paciencia con ellos y que no suelen prestar atención ni interesarse por nada. Vaya, que solo falta que te digan que para qué has venido, puesto que nada les interesa.
En mi caso, suelo no tener mucho en cuenta estas advertencias, me sitúo en la creencia de que a los chicos y chicas de instituto les viene bien que venga alguien nuevo, con otra forma de expresarse, con una visión y temas diferentes y fuera del currículo, y eso es un primer estímulo para su curiosidad, eso me vale. Además, elaboro la creencia de que ya tengo experiencia, de muchos años, en grupos “difíciles” y desmotivados, con personas que han perdido las esperanzas en su futuro y que, otra visión, les puede incentivar a escuchar y a probar de darse otra oportunidad, aunque sea desde la crítica. Pero especialmente, elaboro un pensamiento muy motivador para mi, que me permite creer que cuando trato a alguien desde el respeto profundamente auténtico y sincero, y apelo a sus cualidades positivas, la respuesta suele ser recibir lo mismo o bastante parecido hacia mi.
Entro en la sala, saludo a los y las asistentes, agradezco que me permitan estar con ellos y cambiarles su plan de clase del día de hoy. Me presento desde una experiencia que no es la mejor, ni la más efectiva, pero que sí es la que a mi me ha funcionado en mi trayectoria y …. Ese grupo difícil, reacio a escuchar determinados mensajes, va conectando conmigo, me responden a alguna pregunta, reaccionan con aire de desafío que yo les devuelvo en clave de confianza y de una opinión que tiene interés, o sea, desde mi respeto hacia esa opinión.
Después de 45 minutos de charla, me atrevo a proponerles un ejercicio o dinámica que casi automáticamente tienden a rechazar, pero que finalmente admiten hacer y que permite que ellos y ellas mismas descubran una habilidad nueva que no creían poseían. La clave me parece casi tan sencilla e ingenua que no sé si resulta muy atrevido mencionarla: yo creo en ellos, creo en su potencial como personas, porque todos y todas lo tenemos, se trata de dejar que se descubra, de mostrarlo y hacerlo evidente.
Han sido 45 minutos, terminamos la charla y me agradecen lo que les he explicado, incluso me invitan a que la sesión dure un poco más; me saludan y se despiden con respeto, salen al pasillo a despedirme de nuevo cuando salgo del centro. Y me marcho satisfecha, pero sobre todo agradecida a este grupo de chicos y chicas especiales, que no difíciles, especiales porque necesitan que se crea en ellos y que se les permita descubrir lo bueno que hay en ellos mismos. Han sido tan solo 45 minutos. ¿Qué se puede conseguir si se dispone de más tiempo para trabajar con ellos y ellas? Desde el máximo respeto y admiración hacia los docentes y su labor: no se trata solo de medios, se trata de actitud y de voluntad. Ellos lo están esperando.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach
Genial Catalina!, escucharte con esa pasión y verdad que tienes siempre no dudo que puedas conseguir los objetivos que desees.