Cómo cada año por estas fechas, se repite el acceso de numerosos jóvenes a la vida universitaria. Y decimos bien eso de vida universitaria, porque se trata casi de una vida nueva, de un cambio importante, de la necesidad de activar mecanismos de adaptación y de afrontar nuevos retos que no siempre finalizan con el resultado deseado. ¿Hasta qué punto están preparados los jóvenes para la vida universitaria? ¿qué aspectos marcan este cambio?
Se requiere capacidad de trabajo autónomo, fomento de la iniciativa, saber resolver imprevistos y actuar dejando a un lado las figuras de protección que, hasta la fecha, han sido más o menos efectivas. En esta nueva etapa no hay seguimiento del trabajo académico tan minucioso como en el instituto, el hacer o no ciertas tareas se basa totalmente en la autodisciplina y compromiso personal. En la universidad puede ocurrir que transcurra un curso entero sin que un profesor o profesora sepa quién eres ni cómo te llamas, por lo que depende de ti que te conozcan. El alumno o la alumna está solo frente a las tutorías, a la necesidad de pedir explicaciones por algo, o de resolver algunos problemas, porque ya es adulto y mayor de edad.
Se pone en marcha el desarrollo vocacional y la preparación para un futuro profesional en el que también se tienen que entrenar otras habilidades personales. Tal vez son muchos aspectos para los cuales no solo se necesita de una preparación académica, sino también personal. En la vida universitaria hay chicos y chicas que fracasan y que se sienten desorientados, aunque hayan pasado lo que se podría considerar la parte más compleja de su toma de decisiones y de las elecciones personales. Algunos de ellos, tal vez, lo intentarán otra vez, cambiando de estudios, eligiendo otro grado universitario o decantándose por una opción de FP de grado superior, otros tal vez abandonarán con sensación de fracaso personal e intentando acceder al mercado laboral por otra vía.
La entrada en la universidad suele marcar el inicio de la vida adulta, de la vida autónoma y supone tener que gestionar de un modo distinto las relaciones sociales, conocer nuevos compañeros y amigos que, en algún caso, podrán ser más duraderos que los que se han tenido en etapas anteriores. A veces, supone el momento en que se sale de casa de los padres, sin saber realmente si esa salida tendrá retorno o solo serán ya estancias temporales. Pero no todo tiene lecturas en clave negativa, esta etapa es la que abre las oportunidades de comenzar a poner en práctica las propias fortalezas y habilidades que se han adquirido y que todavía no han sido necesarias en todo su esplendor. Es el momento de cultivar la autoestima, la seguridad en ti mismo y la confianza; haciéndolas crecer y desarrollarse en todo su potencial.
Sea cual sea tu vivencia personal de esta nueva etapa, afróntala como un gran reto, disfrútala y márcate tus propias metas personales. Recuerda que no tienes porqué sentirte solo o sola, busca los apoyos y refuerzos que necesites y las soluciones que te hagan falta para las dificultades que encuentres. Solo así conseguirás culminar con éxito lo que una nueva etapa de tu vida representa para ti.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach