En los tiempos que corren, es fácil sentirse apagado, desanimado y con poca alegría e ilusión hacia las cosas que ocurren a nuestro alrededor. La idea de que es mejor ponerse en lo peor y luego, llevarse una sorpresa con algo bueno, está muy instalada en cierto estilo de pensamiento. También están quienes se definen como realistas porque tienen los pies en el suelo. Más allá del ambiente que nos rodea, de la forma de ver las cosas de unos y otros, contagiados por la ilusión o por la decepción de las cosas que pasan, más allá de todo eso, ¿cuál es tu estilo de pensamiento? ¿qué tipo de idea suele asaltar tu mente con más facilidad?
Las experiencias vividas, la forma de gestionar el miedo, las creencias limitantes, son algunos de los elementos que marcan el estilo de pensamiento de cada persona y que definen la tendencia a un pensamiento optimista o pesimista. Las expectativas de cada cual producen un enfoque hacia un sentido de vida basado en lo positivo o en lo negativo. Y la pregunta sería, ¿para qué sirven los pensamientos y el enfoque pesimista? Las respuestas más habituales son: para sentirse mal, para pensar que “no se puede hacer algo”, para darle vueltas a algo desde una posición atascada, para alimentar el miedo, para no atreverse a tomar ciertas decisiones o cierta iniciativa; en definitiva, para nada bueno. Entonces, porqué razón se mantiene esa actitud negativa. Seguramente hay muchas razones, el miedo, la inseguridad, la falta de autoestima o de confianza, pueden ser algunas razones.
Sería adecuado darse cuenta de que los pensamientos determinan la actitud, y esta actitud se transforma en comportarnos, ya que cuando sentimos esa negatividad de forma predominante, la negatividad se traslada a las acciones y conductas que realizamos, se muestra de tal forma que vuelve a alimentar esa misma negatividad y se convierte en un ciclo que se alimenta a sí mismo.
¿Y si nos convertimos en optimistas? ¿qué consecuencias tendrá esto? Posiblemente, nos hará desarrollar más capacidades positivas, activar la creatividad, la responsabilidad y la conciencia de lo que queremos conseguir. Hay que ser consciente de aquello que está en nuestro ámbito de influencia y de actuación, y también lo que se queda fuera de él. El optimismo sirve para empoderarnos, para empujarnos a hacer, a intentar o a insistir en cosas que queremos conseguir. Y nos acerca a obtener resultados más positivos en los objetivos que nos proponemos.
Tanto el pesimismo como el optimismo se contagian y traspasan más allá de nosotros, se convierten en el mensaje que percibe quien está a nuestro alrededor y con quien mantenemos distintos tipos de relaciones. Y nos queda referirnos al realismo, algunas personas se consideran que están en el medio de ambos conceptos, y se definen como realistas. Desde mi punto de vista, el realismo no deja de ser una actitud pesimista con peluca, porque sigue siendo una forma de extremar la prudencia, de darle sentido al miedo y de dejarse influir por una visión en la que se da más valor a lo negativo que a lo positivo. No olvidemos que la realidad es bastante subjetiva, depende de un punto de vista personal e individual, y de decir a qué se le da más valor. Ahora es tu turno, ¿qué quieres valorar? ¿Cómo quieres actuar? Depende de ti.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach