Algunos padres y madres se ven en serias dificultades para conseguir que los niños y niñas, a determinadas edades, comiencen a asumir sus responsabilidades: hacer la tarea del colegio solos, ayudar en pequeñas tareas de la casa, resolver los descuidos del material que necesitan, recordar cambios en las clases extraescolares, o darles algún mensaje de parte de alguien, serían algunos ejemplos de la cuestión a la que nos referimos hoy. Los niños y niñas tienen tendencia a buscar su bienestar y su comodidad, a divertirse y a no hacer esas cosas que no les interesan ni les llaman la atención, y que, además, saben que alguien las va a hacer por ellos. Las madres y padres, tienen tendencia a ver a sus hijos como si fueran más pequeños de lo que son, menos capaces de lo que son y, además, tienden a preocuparse, a protegerles de hipotéticos peligros y complicaciones.
Con una mezcla así de ingredientes, el resultado que puede darse es el de padres y madres algo desesperados con hijos e hijas que tardan en asumir sus responsabilidades y en hacer tareas y actividades que les correspondería hacer; y, lo que es peor, el hecho de que no se produzca el aprendizaje de asumir responsabilidades para etapas futuras o que se mantenga la dependencia durante más tiempo del necesario por parte de los hijos.
Cómo se puede mejorar y solucionar este asunto. A pesar de no ser sencillo, vamos a intentar dar algunas claves. Lo primero que hay que reconocer es que, la mayoría de las personas no hacen algo, lo que sea, cuando saben que alguien terminará haciéndolo por ellos. Los niños y niñas, conocen el nivel de exigencia de sus padres y madres y saben qué límite de aguante tienen, para terminar haciendo algo por ellos, o acompañándoles mientras lo hacen. Esto en sí bloquea la necesidad de asumir responsabilidad, por lo que, padres y madres, tienen que prepararse para esperar y dejar que algunas cosas queden sin hacer, para que ellos tengan que hacer frente a las consecuencias de haber dejado de hacerlo y haber tomado una decisión inapropiada. El siguiente paso es asumir que las cosas pueden hacerse de varias formas distintas, y además, estar bien hechas. El nivel de perfeccionismo y de exigencia, tal vez hay que flexibilizarlo y aprender a convivir con una cama hecha de forma imperfecta, hasta que aprendan a hacerla de otra forma. Es fundamental controlar el lenguaje y la forma de darles mensajes de motivación, estaría bien aparcar eso de: “yo ya sabía que pasaría esto”, “yo ya te lo advertí …” o “si me hubieras hecho más caso”. Los padres y madres tenemos que partir de las experiencias propias de ellos, no de las nuestras y guiarles desde su propio recorrido para que modifiquen lo que crean necesario.
En esta estrategia de favorecer la educación en personas que sean autónomas y responsables, no puede faltar el refuerzo positivo, como herramienta potente para fortalecer los cambios y procurar que sean duraderos. Es importante felicitarles los logros conseguidos, aunque queden aspectos por mejorar y, en estos aspectos, animarles a que aprendan lo que quieren mejorar ellos desde su punto de vista y desde la visión personal de hasta dónde quieren llegar. El límite de su potencial no deberíamos ponerlo los adultos, con nuestros miedos y experiencias, sino ellos y ellas con su capacidad de curiosear y experimentar en sus propias capacidades. Porque no ayuda más el que actúa por otro, sino el que le permite aprender muchas formas diferentes de actuar y elegir la más adecuada.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach