Las experiencias vividas tienden a marcar la forma como nos relacionamos con los demás; algunas personas se sienten defraudadas ante malas experiencias y deciden no confiar en los otros o encerrarse más en sí mismos. Existen algunos trastornos, tipificados en los manuales de diagnóstico que hacen referencia a estos perfiles, como el Trastorno de personalidad por evitación, pero hoy nos vamos a referir a esas personas que tienden al retraimiento o que no buscan relacionarse con los demás. Esta característica puede ser voluntaria o generar malestar y sufrimiento, porque, en realidad, esa persona sí quiere tener relaciones con otros, pero no siente que tenga las habilidades sociales necesarias para que esas relaciones se den con éxito.
Cuando el retraimiento o aislamiento es algo elegido, y no genera ansiedad ni malestar en la persona, porque se siente bien así o sabe como manejarse con las exigencias del entorno, no estaríamos ante ninguna dificultad específica. En cambio, cuando no se saben manejar esas demandas de lo que te rodea, o se siente angustia por no sentirse capaz de entablar relaciones de calidad y equilibrio, ahí sí que hay una situación que merece la pena trabajar y mejorarla. Algunas veces, es cuestión de inseguridad personal, de falta de autoestima o de no sentirse lo suficientemente preparado/a para relacionarse con los demás. Existen casos de personas que creen que no tienen “nada interesante que contar” o que se sienten aburridos para relacionarse con otros. A pesar de que existen múltiples causas que pueden estar en el origen de este tipo de dificultades, la trayectoria personal, puede tener mucho que ver. Si desde niños nos hemos sentido integrados en los grupos de iguales, si hemos sentido apoyo o reconocimiento con nuestra forma de relacionarnos o, por el contrario, hemos experimentado rechazo, burla, menosprecio. Esos aspectos pueden arrastrarse a la época adulta.
Además del grupo de iguales, el entorno familiar también es importante. En algunas familias, se deja espacio suficiente y protagonismo, para que los niños y niñas se expliquen, cuenten, o aprendan formas de relación que van más allá de la demanda de necesidades básicas. Estas acciones sirven de aprendizaje para incorporar habilidades de éxito o de fracaso en relaciones futuras. Lo que queda claro es que, la gran mayoría de personas tenemos en nuestro haber situaciones desagradables y otras positivas, y, debido a otros factores, le damos más valor a unas u otras y las convertimos en decisión de relación o de aislamiento. La conducta social es aprendida, aunque exista una clara tendencia innata a pertenecer al grupo. La forma de intercambio con los demás, varía de unas épocas sociales a otras, incuso es distinta en unas culturas y otras. Además tiene que ver con el aprendizaje que hacemos de la gestión emocional, que también será clave en la forma de entender y ver a las demás personas de nuestro entorno.
Para mejorar la forma de relacionarnos con los demás, vale la pena pensar que no somos el centro del universo; seguramente los demás no le dan la misma importancia que nosotros a nuestros errores. No seas tan exigente contigo mismo, y podrás no serlo tanto con los demás. Revisa tus expectativas cuando conoces a gente nueva, no hay que esperar grandes cosas, ya ocurrirán. Ten una visión positiva de ti mismo, recuerda que tienes cosas importantes que aportar a los demás. Déjate llevar, sin más; las sorpresas también pueden ser positivas.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach