Recientemente, han acudido a consulta personas que explican que tienen una acentuada tendencia a comer alimentos dulces, y les cuesta decidir qué cantidad, en qué momento del día y cómo controlarse. No se trata de ningún trastorno de la alimentación, no es una patología de este tipo, se trata fundamentalmente de la búsqueda de un estímulo placentero rápido y la dificultad de control frente a ese placer que provoca y al que, el subconsciente de la persona, considera que tiene derecho a darse.
Vamos paso a paso. Como decimos, muchas personas buscamos recompensas sencillas que nos otorgamos por la cantidad de actividades que realizamos a lo largo del día, que implican dedicación y esfuerzo. El sistema de recompensa es algo lógico que sienta bien y que funciona de refuerzo para fortalecer la voluntad y la dedicación que nos imponemos ante ciertas cosas. Lo que ocurre es que, esa recompensa, no se puede volver en contra de quien la aplica, o escaparse al control y la voluntad personal. La ingesta de alimentos dulces, en cantidades elevadas, supone una agresión al organismo, no solamente por la cantidad de calorías que representa, sino también por las dificultades de metabolismo que ocasiona en determinados organismos. Puede existir alguna variación, en vez de comer dulce, se come algo salado pero de propiedades nutricionales dudosas. Por si esto no fuera suficiente, cada vez que realizamos una conducta sin ejercer sobre ella el control que consideramos adecuado, se resiente la autoestima y la confianza que la persona tiene en sí mima.
Llegados a este punto, se trata de ver cómo se recupera el control perdido. Quizás el primer paso sea reconocer que hay un problema, una falta de control y parar un instante a observar cuál es el mecanismo, qué es lo que desencadena ese momento del día o de la noche que, seguramente, se produce acompañado de cierta rapidez en la acción, cierto secretismo para que otros no se den cuenta y culpabilidad por la ausencia de control. Si eres capaz de visualizarte a ti mismo o a ti misma, como si te vieras en una pantalla, quizás observes en que punto puedes intentar poner el control. La visualización es una técnica potente que te permite verte haciendo exactamente eso que quieres hacer, y, lo que es más importante todavía, sintiéndote bien por lo que has hecho. El hecho continuo y repetido de imaginar en tu mente la imagen de que estás haciendo una acción que quieres hacer, favorece que esta se convierta en real. Se ha demostrado científicamente que el cerebro no distingue entre algo real o imaginario, si se proyecta en tu mente, tu cerebro lo considera válido y, por tanto, causa el mismo efecto que si es real. A partir de esta premisa, puedes imaginarte haciendo lo que quieres hacer, es decir, comprar una cantidad determinada de alimentos dulces, comiendo la ración o porción que consideras adecuada para sentir ese placer sin culpa, eligiendo el mejor momento del día para ello; en definitiva, teniendo el control de ese acto.
Seguramente ya has adivinado que con una sola vez que lo pruebes, no vas a conseguir asegurar el éxito. Como en otras cosas, hay que ser algo constante. Ánimo, tú puedes.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach