Muchas personas viven atormentadas por miedos que vienen de ideas y creencias que han ido adquiriendo a lo largo de su vida: malas experiencias vividas, traumas o temores que les han sido transmitidos por progenitores o cuidadores, un incorrecto aprendizaje de la gestión de la ansiedad y algunas causas más pueden estar en la base de estos miedos. Hacerles frente no siempre es sencillo, fundamentalmente porque el primer paso para afrontarlos es reconocerlos y eso, a veces, resulta doloroso o es algo que se evita. De hecho, la conducta de evitación es una de las respuestas más frecuentes y menos útiles para afrontar los miedos. Cuando se evita afrontar algo, se le está dando más importancia y valor, se está favoreciendo que se haga más grande y, como resultado, que llegue a generar más miedo y más evitación. En definitiva un bucle que se retroalimenta y del que resulta complicado salir.
A veces, las personas creen que para afrontar un miedo hay que exponerse al mismo durante un tiempo y en unas condiciones de cierto “control”, no cabe duda que es una forma de hacerlo, aunque ahora no vamos a entrar en detalles de lo que se conoce como desensibilización sistemática. En cualquier caso, lo que si está claro, es la importancia que tiene la elaboración mental de la idea del miedo, la construcción que se hace en nuestra mente de la evolución de la historia, la gravedad, las consecuencias que ello puede tener. En este sentido, es útil ir transformando los aspectos del miedo en conductas de precaución o prevención. Pongamos un ejemplo: si yo tengo miedo a que me asalten o me roben la cartera, voy a aprender a ser precavida y colocar la cartera en un bolsillo poco accesible, o protegido con cremallera, voy a estar más atento o atenta en lugares muy concurridos, o cosas similares. Pero especialmente, voy a variar la idea de miedo, por la de precaución, intentar sentir que estoy pendiente y atento a situaciones de hipotético “peligro”, pero sin caer en angustia o pánico. La diferencia es interesante de ver, especialmente porque la prevención permite a las personas actuar y estar vigilantes, mientras que la sensación de miedo genera ansiedad y bloqueo.
Puede que inicialmente resulte complicado actuar así y hacer esta diferenciación, pero, como tantas otras cosas, la práctica ayuda a coger más destreza en ello. Además, podemos practicar con miedos de baja intensidad para empezar, pero miedos al fin y al cabo. ¿Eres consciente de tus miedos? Hay personas que evitan pasar cerca de perros grandes, otras que temen a la carretera en trayectos largos, algunas que sienten terror ante algunos insectos y una lista interminable de posibilidades más. El primer paso, es reconocerlo y decirlo en voz alta: “tengo miedo a ……” Ahora un paso más, ¿cómo te sentirías si no tuvieses ese miedo? Atrévete a sentir esa sensación con detalle, ¿qué cosas te impide hacer el miedo a …? ¿quieres realmente deshacerte de él?
No es necesario recordar que, cuando ya creas que lo has intentado todo, estamos los profesionales especialistas que podemos ser de ayuda. Y recuerda que el miedo, sea el que sea, no necesita justificación, no hace falta que lo expliques; has aprendido a sentirlo y a tenerlo, ahora decide si quieres seguir con él o comprometerte a trabajar para convertirlo en otra cosa. Aprende a tener precaución ante eso para lo que eres más sensible. Precaución, no miedo.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach