Ya queda poco para San Valentín, ese al que se le atribuye la festividad del día de los enamorados, según una tradición con origen en la antigua Roma. El emperador Claudio II prohibió los matrimonios entre jóvenes porque consideraba que los solteros eran mejores soldados. Un sacerdote, llamado Valentín, desafió la prohibición y celebraba matrimonios entre jóvenes enamorados a escondidas. Esa historia terminó con el sacerdote ejecutado un 14 de febrero del año 270.
Volviendo a nuestros días y a las parejas enamoradas, uno de los conflictos que a veces se da, es el de querer disponer de una noche para pasarla con los amigos, excluyendo a la pareja. Hay quien dice que esta podría ser una de las claves para que la pareja mantenga su buena salud en la relación, mientras que otras opiniones van en la línea de que la pareja está pensada para compartir el tiempo lo máximo posible. Estaremos de acuerdo en que no existen recetas infalibles que sean garantía de éxito, y mucho menos en las relaciones humanas donde hay una gran diversidad de formas de ser y de pensar. Las parejas pueden y deben hacer cosas juntos; de hecho, una de las claves de la durabilidad estaría en compartir intereses o aficiones, aunque eso no significa tener que renunciar a un tiempo y espacio propio, de cada uno de los componentes de la pareja, ya que es fundamental poder hacer cosas por separado.
Vamos por partes. ¿para qué se quiere una noche con amigos o amigas? ¿se trata de algo que surge espontáneamente, o es una cita irrenunciable de todas las semanas? ¿tienen la misma oportunidad los dos miembros de la pareja? Según sean las respuestas estaremos ante una opción natural o ante un posible conflicto. La necesidad de algunas personas de “mantener la libertad” aún cuando están en una relación de pareja, es algo que tiene matices interesantes y que se refleja en el tópico de entender la relación como un nuevo estado en el que se pierde la libertad personal. De esta forma, se tiene la sensación de mantener una parte de esa libertad en una noche en que se esquiva “el control” por la presencia del otro. Si esto se convierte en una costumbre que se produce cada semana, un día determinado, generará conflictos, provocará tener que renunciar a otros posibles eventos en los que compartir el tiempo juntos. Lo adecuado sería que las parejas tuviesen la opción de poder salir, cuando así lo decidan, con un grupo de personas que no incluya a la pareja. Esta opción tiene que ser la misma para las dos personas, no solo para el chico, y tendría que ser fruto de la naturalidad y de cuando se da el plan, no una obligación marcada por un día determinado y con una periodicidad fijada.
Es importante reconocer si esas salidas se destinan a hacer cosas que jamás se harían con la pareja al lado o si se plantea sencillamente como una actividad diferente porque se tienen gustos diferentes. Hay quienes aprovechan estas salidas para beber más de lo habitual sin tener que sufrir la mirada inquisidora de control y rechazo, o hay quien aprovecha para ir a ver una película de un género que a la pareja no le gusta, por poner un ejemplo. El matiz es claramente distinto. En cualquier caso, es evidente que si se entiende una relación bajo la idea de control y sometimiento, se está ante una premisa que generará problemas y frustración. Es necesario que en la pareja se dé ese equilibrio entre compromiso y libertad para cada uno de sus componentes.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach