Cuando un bebé nace, desarrolla toda una serie de conductas que están destinadas a establecer un vínculo de apego con sus padres. El llanto, la risa, los gorgoteos, son algunas de estas conductas que pretenden que el bebé sea aceptado y que le permiten cubrir una imperiosa necesidad de seguridad. El apego no tiene que ver con la necesidad de ser alimentado, ni siquiera con el vínculo afectivo que se irá desarrollando a lo largo de los primeros años de vida de esa persona. A través del apego, el bebé se siente protegido emocionalmente, se siente aceptado y seguro de forma incondicional. Es la forma de sobrevivir y de dar continuidad a la especie.
Existen diferentes tipos de apego que van a diferenciar las relaciones de los niños y niñas con sus padres y madres. Precisamente aquellas personas que no desarrollen un apego seguro y estable, serán más dependientes emocionalmente y necesitarán captar la atención de forma más insistente, o serán más inseguros en sus rasgos personales. Es importante señalar que el apego se desarrolla igualmente en los procesos de adopción y que, por supuesto, no tiene nada que ver con que los progenitores trabajen fuera de casa y pasen determinadas horas al día sin estar en contacto directo con su hijo o hija. Estamos refiriéndonos a un vínculo que demuestra aceptación y apoyo incondicional, pero que no necesita de contacto continuo las 24 horas del día.
Es importante diferenciar el apego de la dependencia y aunque pueda parecer contradictorio, precisamente serán los niños y niñas que hayan conseguido un buen vínculo de apego con sus progenitores, los que, a medida que vayan creciendo, podrán ser más independientes, seguros y autónomos. Porque sabrán que tienen a su lado a una figura o figuras que les transmiten seguridad y confianza de forma incondicional; y eso les permitirá actuar por ellos mismos y desarrollarse sin complejos, experimentando sus propias sensaciones y vivencias.
El primer año de vida es fundamental porque es, tal vez, el año en el que los cambios en el desarrollo del bebé son más significativos. Pasa de no poder hacer nada por sí mismo, a caminar, comenzar a comunicarse de forma más o menos clara, reconocer a las personas de su entorno, etc. En los siguientes años de desarrollo se seguirá evolucionando en el aspecto emocional, pero con esa forma de apego, más o menos segura ya determinada entre la persona recién nacida y sus progenitores. En este tiempo, se estarán sentando las bases de cómo manejar los miedos que puedan aparecer en el futuro, las inseguridades y la forma como se vayan a resolver los errores, si como un drama, una tragedia, o como una equivocación para aprender y progresar.
En las personas adultas, el tipo de apego que se ha vivido en la infancia, podrá influir en el tipo de relaciones que se mantienen con los demás y, especialmente, en la relación de pareja. Los tres estilos más frecuentes son el estilo seguro, el ansioso y el distante y podrán determinar la forma de actuar ante los conflictos, adversidades y cambios en el entorno. ¿Cuál es tu estilo de relación? ¿lo quieres modificar?
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach