El hecho de que vivimos tiempos de cambio no se le escapa a nadie. Algunos ejemplos sutiles se refieren a que el mundo de la empresa se está preocupando por el aspecto emocional de los individuos que en ella trabajan, o que se invierten esfuerzos en crear experiencias de equipo y de grupo entre los colectivos. Está claro que cada vez estamos más interconectados, que generamos redes de personas que se convierten en apoyo y sustento para muchas actividades vitales. Las amistades y los negocios están más relacionados que nunca, los estados de ánimo se contemplan como una influencia en la toma de decisiones personales y profesionales, se atiende a la idea de felicidad como un todo, y se ve la competitividad dentro de un marco mucho más cooperativo. Y enlazando con esto, vamos a darle otro giro a la idea de familia.
La familia sigue siendo una unidad importante, fundamental, de desarrollo de las personas. La familia es la primera referencia de equipo, de colaboración, que las personas tenemos. Sabemos que el conjunto es más que la suma de las partes, que el resultado que se obtiene de trabajar en equipo puede suponer un mayor potencial que la simple suma de los resultados individuales. En la mayoría de casos, el primer grupo de referencia, el primer equipo de trabajo, con objetivos comunes, es la familia, y la experiencia que se vive en ella, puede resultar ser un aprendizaje interesante.
Algunas de las características necesarias para el buen rendimiento de un equipo son cooperación entre los miembros, buena comunicación y compromiso personal. Seguramente, estos ingredientes sirven para crear un buen ambiente no solo en un entorno laboral, sino también en el entorno familiar. Una de las grandes diferencias que se dan entre un equipo de trabajo y una familia es la autonomía de sus miembros. En la familia, los niños no son autónomos hasta que no tienen cierta edad, pero también podemos recordar que se les debe ir dando esa autonomía de forma progresiva y pidiendo compromiso en ciertas acciones y tareas, lo imprescindible es aprender a confiar en ellos y en que asuman su compromiso, dejando de ejercer un tutelaje de desconfianza, de manera progresiva.
El otro gran ingrediente es la comunicación. Cuando llegamos al mundo profesional y laboral, nos adiestran para que desarrollemos habilidades de comunicación efectiva, que aprendamos a ser empáticos y asertivos, a escuchar y a decir las cosas de forma clara, respetuosa, …. Y ahora vamos con la imagen de los diálogos de casa: en el mejor de los casos y “de buen rollo”: interrupciones, algún que otro insulto por suave que sea, comentarios de menosprecio, más interrupciones, tono de voz elevado (vaya, a grito pelado en más de una ocasión …) No es que una pretenda cargarse la espontaneidad y la frescura que rige en reuniones familiares, pero si sería útil diferenciar momentos y formas de comunicar según las cuestiones o asuntos que se tengan que tratar, también en el entorno familiar. Los niños y jóvenes que se sienten escuchados y escuchadas, serán más propensos a escuchar a los demás.
La familia es la primera referencia de equipo y de grupo de pertenencia que la mayoría de las personas tenemos. Los aprendizajes y papeles que en ella se desarrollen pueden ser un facilitador para el éxito en la etapa adulta, de los más pequeños; y un trampolín de desarrollo personal para los miembros adultos. ¿Actúas parecido en casa y en el trabajo?
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach