Se terminaron las Fiestas, las vacaciones, el caos de algunos hogares. Ahora es el momento de volver a la rutina, a los horarios, a conseguir que los niños vuelvan a su orden y a su forma de vivir el día a día. Para muchas personas, esta “vuelta a la normalidad” es necesaria y beneficiosa porque es ella encuentran el equilibrio y el orden que necesitan para sentirse bien. Otras personas, lo pueden sentir como una vuelta a la frustración o a cierto malestar porque no han logrado sentirse a gusto con sus rutinas diarias y se plantean una y otra vez, cambiar cosas que, tras el esfuerzo y el intento reiterado no consiguen cambiar.
Ahora puede ser un buen momento de revisar las rutinas, desde el principio, de preguntarte para qué haces cada una de las cosas que haces y si quieres seguir haciéndolas así. Por ejemplo, ¿quieres perder peso? ¿cuál es el motivo? ¿cuántas veces lo has intentado? ¿qué hábitos de alimentación tendrías que cambiar para mejorar tu dieta, de forma permanente?. En ocasiones, lo que sucede es que se hace dieta, se pierde peso, se vuelve a la rutina alimenticia anterior y, como consecuencia, se vuelve a recuperar peso; lo cual produce una sensación de frustración y desánimo importante que puede transformarse en una creencia limitante: “no puedo hacer nada para perder peso (y mantenerme en él)”. Está claro que este es un ejemplo, pero podría servir con otras cuestiones más, como hacer ejercicio, dejar de fumar, o mejorar cualquier otro hábito cotidiano que se pretenda.
Para empezar a reflexionar en estos posibles cambios, la pregunta es, ¿eres consciente de cuáles son tus rutinas? Tener identificados de forma clara y sin engaños, los hábitos diarios que repites y que te generan unos determinados estados anímicos, resulta de utilidad. Otro ejemplo, alguna vez te has preguntado ¿para qué te sirve comenzar el día haciendo tu cama y dejando tu habitación, mínimamente ordenada? ….. Sencillamente, es una forma de comenzar el día con una tarea cumplida, con un pequeño logro conseguido, antes de salir de casa para continuar haciendo otras cosas. Y cuando ya sales de tu casa, ¿qué ocurre con tus desplazamientos? ¿son adecuados, te pones de buen humor para llegar al sitio donde vas o más bien ocurre lo contrario? ¿cómo afrontas tu actividad posterior?
Tal como estamos viendo, en las rutinas, no solo se trata de revisar los que hacemos, sino también lo que pensamos. Hay pensamientos que se repiten a diario, que forman parte de nuestro lenguaje interno y de nuestros mensajes repetidos; y, esos pensamientos generan, a continuación, actitudes y conductas. Si una persona piensa que no sirve para nada lo que hace, que no espera nada bueno de su día o de su trabajo, o de su relación con alguien de su entorno, seguramente, sus actitudes van a ser más negativas que cuando se espera algo bueno. Cuando la actitud es negativa, aunque no seamos conscientes, producimos conductas negativas y de confrontación con los demás y con las tareas que vamos a realizar. La consecuencia de esto resulta fácil de adivinar: las cosas salen mal.
Así pues, tal vez te interesa cambiar alguno de esos pensamientos limitantes y negativos y dotar tu día a día de alguna idea más atractiva y motivadora. Si además le sumas la mejora de un hábito físico que se mantenga de forma constante el resultado será satisfactorio.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach