En alguna ocasión hemos mencionado que las épocas de vacaciones pueden suponer un riesgo para la supervivencia emocional de las parejas, puesto que se trata de un momento en el que cada persona pone unas expectativas sobre lo que va a ocurrir o hace sus propios planes sobre lo que quiere hacer con el tiempo de ocio y con los compromisos familiares. En la época que se nos acerca, la Navidad, además hay otros condicionantes que ponen a prueba la solidez y la unidad de las parejas a la hora de afrontar tradiciones, compromisos u otros momentos en los que, aunque fuera de gran ayuda, no disponemos del don de la ubicuidad y solo podemos estar en un sitio, teniendo que dejar a alguien con un “no vamos a ir”, por respuesta.
Más allá de las Fiestas que se acercan, conviene recordar la importancia que tiene el poder darse permiso para pensar y sentir eso de ¿qué quiero hacer? ¿qué es lo que me apetece (a mi y a los míos) hacer para pasar los días de descanso? Puede ocurrir que las familias respectivas de cada uno tengan hechos sus planes, hayan avanzado sus propuestas para conseguir convencer de lo importante o agradable o necesario que es que vayáis a pasar ese día o esa noche con ellos. Posiblemente los argumentos serán sólidos y firmes. En cualquier caso, el diálogo de la pareja, el preguntarse qué queremos hacer, qué es lo que nos haría sentirnos a gusto y disfrutar, esas preguntas y esos planteamientos pueden llevar a respuestas claras y reveladoras.
Algunas parejas de esas que sobreviven en el tiempo, tienen como ingrediente (entre otros muchos), el haberse percibido como grupo propio, diferenciado del resto de la familia y con capacidad de pensar en sus gustos, necesidades y expectativas propias. Probablemente ese tipo de parejas, se ven capaces de elegir en cada momento, pensando no solo en evitar conflictos, o en hacer lo que se espera de ellos, sino en tomar sus propias decisiones, vayan en el sentido que vayan. Incluso cuando se decide acudir a una determinada celebración familiar y no a otra, o cuando se elige aceptar una situación para favorecer algo, si eso ocurre por consenso y diálogo, se vivirá de otra manera. Se trata de sentir que se es un equipo, que la estrategia se ha definido conjuntamente y que se busca tener un buen resultado o, por lo menos, hacer un buen papel; y que hay un objetivo comúnmente acordado.
Sin duda, el hecho de resolver juntos estas cuestiones, de llegar a un consenso común, es una de las características que define a las parejas duraderas, ya que permite darle sentido a las decisiones que se toman y buscar estrategias para compensar cuando alguno considera que está cediendo en favor del otro. Les permite sentir el valor que tienen como pareja o incluso como familia de nueva creación, y entrenarse para defender ese espacio propio en el futuro, cuando lo consideren necesario. Las parejas que llegan a perdurar en el tiempo, han comenzado tiempo atrás a verse como grupo independiente de los suyos, sin necesidad de sentirse alejados de ellos, pero sabiendo que han formado una estructura nueva que, con todas las conexiones activas que se quieran mantener, tiene independencia y capacidad de decisión propia. Por muy sencillo y agradable que pueda parecer al principio, por muy fácil que parezca que lo ponen los demás, será necesario llegar a ese punto de decir “nosotros decidimos”; porque nosotros somos responsables de nuestro bienestar individual y familiar .
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach