Constantemente estamos sometidos a mensajes, vivimos rodeados de comunicación visual, auditiva, comunicación verbal, no verbal. Los mensajes que recibimos se transforman en consignas a través de filtros que cada persona posee, a través de la propia experiencia, de las creencias que tenemos y que determinan en gran medida lo que pensamos y lo que sentimos. Podríamos decir que cada persona, elabora su visión del mundo y de lo que le rodea, a través del lenguaje.
En la evolución de la trayectoria personal, hemos aprendido a definirnos, a limitarnos y a generar expectativas sobre nuestra manera de pensar, nuestras habilidades y capacidades, de tal forma que nos vamos dando mensajes y claves que se convierten en acciones o en todo lo contrario, es decir, en no intentar hacer algo porque pensamos que no somos capaces de ello. Estos mensajes vienen marcados por otros que nos han ido dando los demás, que nos han repetido y nos hemos repetido tantas veces, que se han quedado programados en nuestro cerebro. ¿Eres consciente de lo que te dices y de cómo te hablas? ¿Cuántas veces utilizas expresiones limitantes? Algunas personas usan expresiones del tipo «no soy capaz de …» «No puedo …»»No soy bueno/a en …» Y muchas más frases que, repetidas el número suficiente de veces, acaban convirtiéndose en una sentencia absolutamente incapacitante y de efectos devastadores.
Existe una tendencia general en nuestra sociedad que nos lleva a fijarnos más en las cosas negativas que en las positivas, que ha provocado que los sucesos desagradables capten más la atención y generen mucha más expectación, que las cosas positivas. Desde que somos pequeños, enseñamos a los niños que tiene más valor lo malo que lo bueno y no reforzamos los logros, condenamos los fracasos. Cuando esas condiciones se repiten las veces suficientes, se consigue aprender que las cosas tienen un valor distinto. Si un chico o una chica, aprueba nueve asignaturas y suspende una, no recibirá, en muchos casos, la felicitación por las nueve, sino la recriminación por la una que no ha logrado superar, no es cierto? Así pues, nuestra mente entiende que no tiene el mismo valor una cosa que la otra.
El tiempo y las circunstancias se encargan del resto y llegamos a generar muchos pensamientos de castigo, de limitación y de falta de capacidad, que generalizamos hasta límites más amplios, en cuanto añadimos «siempre» me pasa lo mismo, «nunca» lo consigo, «todo» me sale mal, «nada» me sale bien. Y esas sentencias absolutas, se quedan en nuestra mente y programan nuestro cerebro para que así se cumpla. Qué distinto sería el resultado si cambiáramos esos adverbios de tiempo por otro más reales y razonables: » que mal me ha salido esto ahora (hoy)», «cuantas dificultades estoy teniendo ahora para hacer esto». Frases de este tipo, tienen un resultado diferente en la persona que las pronuncia. Se trata de desarrollar una visión diferente, ligada a mensajes distintos, relacionada con la confianza que tenemos que cuidar hacia nosotros mismos y hacia nuestras capacidades, sin despreciarlas tan a la ligera ni considerarlas ineficaces, al primer error. Si cada vez que nos enfrentamos a algo que no sale bien, pudiéramos recordar otra acción, otro logro, que sí hemos hecho de forma satisfactoria, es probable que nuestra confianza y nuestro auto-concepto, no se vieran tan afectados. Y, probablemente, estaríamos buscando nuestros propios recursos para resolver mejor y buscar un resultado de éxito, en vez de quedarnos con la idea de fracaso. ¿Qué mensaje te resulta más útil dedicarte? Recuerda que lo eliges tú.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach