La semana pasada hacíamos una reflexión sobre el tipo de palabras que utilizamos para dirigirnos a nosotros mismos, el lenguaje y los mensajes que nos decimos con más frecuencia, dándole importancia en el sentido de los pensamientos que estos mensajes generan. Hoy queremos completar esta idea, revisando la forma como observamos las cosas de nuestro alrededor y lo que interpretamos de aquella información que recoge también nuestra vista.
Es posible que, alguna vez, hayamos contemplado una escena, en la calle, desde cierta distancia, y hayamos interpretado lo que estaba ocurriendo. También es posible que , cada vez que miramos a personas o situaciones que están a nuestro alrededor, que forman parte de nuestro entorno habitual, veamos más allá de lo que la vista recoge. La información que se produce a nuestro alrededor, lejos de ser objetiva y aséptica, está repleta de elementos propios que tienen que ver con nuestra forma de ver las cosas, con el color de nuestros cristales. ¿Qué pasaría si intentásemos ser más descriptivos y no caer en interpretaciones al observar? ¿Qué ocurriría si fuésemos capaces de no juzgar los hechos en base a nuestras creencias?
Es algo así como intentar limpiar la mirada, entrenar la observación para que recoja los elementos que están en cada situación y los que se ven, no los que, en un momento dado, incluimos. Es cierto que esta capacidad nos permite completar frases incompletas, llenar algunos huecos vacíos, pero a veces, se hace a costa de una inventiva que no siempre corresponde con lo que se quiere transmitir y lleva a malos entendidos. Además, lo peligroso de estas interpretaciones está en el hecho que se hagan en relación a detalles pequeños, no a grandes ideas sobre las que es más probable estar en sintonía o en clara diferencia. La contaminación en la forma de observar, nos puede hacer perdernos detalles que resulten interesantes, que sean placenteros por el hecho de percibirlos. Las conversaciones en las que se escucha al que se tiene delante, sin pensar: “ya sé lo que me va a decir”, los momentos en que se mira una situación, en busca de los detalles que la componen y no tanto en busca de darle sentido. ¿Cuál es tu ejemplo?
Tal vez estamos contaminados, condicionados por tanta información, por el hecho de historias que se repiten y conductas que se interpretan según patrones y teorías válidas, pero no siempre infalibles. Seguramente los condicionamientos tienen sentido según el que cada uno le quiera otorgar. Por eso, puede estar bien descontaminarnos, de vez en cuando, regenerar las ideas y volver a observar las cosas que están a nuestro alrededor desde un prisma nuevo.
Si dejamos fuera los prejuicios y los esquemas preconcebidos de cómo suceden ciertas cosas, tal vez, nos permita descubrir algo nuevo y, a partir de aquí, elaborar nuevos pensamientos, dejar sitio a nuevas palabras; ¿cuál ha sido la última palabra nueva que has aprendido? ¿qué significado tiene para ti? ¿dónde encaja su uso? Ejercicios, preguntas, reflexiones que sirven para aprender a mirar las cosas desde un prisma diferente y que te permiten sentir como si te asomaras a una nueva ventana por la que no habías mirado antes.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach