El sentimiento de orgullo de muchas madres y padres, o la necesidad de mostrarse contundentes cuando los hijos e hijas se comportan de manera que creemos inadecuada, pueden ser algunos de los motivos que nos llevan a exponer a nuestros menores a situaciones incómodas, y en las que no se suele pensar. Probablemente algunas vez, le has explicado a algún amigo o conocido una “hazaña” de tu pequeño o una gracias que no puedes dejar de compartir. Tal vez lo has hecho en su presencia y puede que te haya sorprendido ver cómo se sentía incómodo o ponía cara de “mamá, porque cuentas esto”. Es muy posible que, sin darte cuenta, en tu papel de padre o de madre, hayas invadido la privacidad de tus hijos y les hayas hecho sentir verdaderamente incómodos e incómodas.
Lo primero que tenemos que recordar es que nuestros hijos e hijas, tienen su propia privacidad, aunque, en determinadas edades, sean los padres los que la administren. Puede que estemos recordando esas escenas de un progenitor con su hijo o hija en brazos, sujetando mientras hace pis entre dos coches, o junto a un árbol, con ciertas partes a la vista, sin que nadie sienta el más mínimo pudor. Hasta que un día, ese niño o niña, te dice que NO, aunque acabe mojando la ropa, porque ya no consiente quedarse a la vista de cualquiera. ¿Les has preguntado alguna vez, si quieren hacer pis en la calle ante los demás, cuando ya no son esos bebés de dos o tres años?
Hay más situaciones en las que los padres y madres rompemos esa privacidad, en determinadas regañinas en público, que se siguen dando aunque nuestros menores tengan ocho, diez o doce años; en ese ejercicio de comparación que no intentamos evitar, y les sometemos a contraste con ese primo o esa prima, o cualquier otro conocido que ha hecho algo mejor o más valorado que lo que han hecho ellos. Existen situaciones que, vistas desde los ojos de los padres y madres, tienen una perspectiva muy distinta que la que ven nuestros pequeños y que, para ellos pueden resultar ciertamente incómodas.
En algunos casos, esta será una razón de bloqueo o reducción de la confianza entre padres e hijos, porque cuando tengan determinada edad, intentarán esconder sus cosas para que sus padres o madres, no se las cuenten al resto de la familia y amigos, provocando ese sentimiento de vergüenza. En otros casos, se estará dañando la autoestima de los menores, por hacerles sentir que son inferiores a otros con quienes se les compara con frecuencia, o porque se exponen sus errores, sin ninguna reserva, ante los demás.
Si los padres son capaces de esperar a reñir a sus hijos en privado, seguramente el efecto correctivo será mayor, porque los adultos estarán más calmados, el menor estará más receptivo y, seguramente, en este contexto, la comunicación entre ambos será más efectiva. Es cierto que algunas situaciones requieren un aviso o toque de atención inmediato, pero es importante buscar la privacidad para reñir de forma más completa y conseguir hacer conscientes a los hijos, de la equivocación cometida, así como para intentar que busquen una alternativa para una próxima vez, que sea más adecuada y que les permita sentirse bien. No nos olvidemos: son niños y niñas, pero son personas con sentimientos y emociones propias que hay que saber respetar, para que respeten también a los demás.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach