Cada vez es más frecuente encontrarnos con nuevos modelos de familia: parejas reconstituidas, parejas formadas por personas del mismo sexo, modelos de padres y madres que no corresponden a la idea tradicional que hemos observado con mayor frecuencia en la sociedad. Es cierto que ha habido excepciones, que se han conocido casos de personas que han sido criadas y educadas en circunstancias diferentes a las que la mayoría tenía. Pero actualmente las consideradas excepciones pueden llegar a ser tan frecuentes que yo no vale lo que hemos venido considerando “normal”.
Cuando una pareja se separa y hay hijos en común, se abre la posibilidad de los padres vuelvan a tener pareja y, a la vez, que esta nueva pareja, provenga de una relación con hijos. Ante estas circunstancias, se pueden dar casos en los que lleguen a juntarse personas que puedan considerarse intrusas en la familia. Además de los hijos, los miembros de una pareja tienen padres y hermanos y otros parientes con los que cada uno mantiene una relación más o menos estrecha, según elije. Y podemos encontrarnos con quien ejerce de abuelo con los hijos de la pareja de su hijo o hija, o quien considera hermano o hermana a quien no lleva la misma carga genética, por poner algunos ejemplos.
La consideración de familia, tal vez, ya no la da la consanguineidad, sino que puede depender de otros lazos que se hayan venido formando por nuevas relaciones y nuevas convivencias. Quizás esté quedando obsoleta esa reflexión que dice que la familia no se elije y los amigos sí. Puede que en nuestra sociedad estemos comenzando a elegir a las personas con quienes nos relacionamos porque, al final, se trata de un vínculo de afecto. Si revisamos el esquema “tradicional” de familia, hay muchos ejemplos de personas que hablan de un tío, una prima, una abuela, o cualquier otro pariente, no siempre el más cercano, que ha sido un referente especial de afecto y de amor, un modelo en algunos aspectos y que nos ha marcado con alguna de sus cualidades para hacernos sentir mejor persona o alguien especial.
Puede que la idea de intrusos en la familia esté cambiando, puede que nos tengamos que fijar en la implicación emocional que tenemos con alguien para decidir qué peso y qué cercanía tiene que tener en nuestra vida. Será cada vez más frecuente dar importancia a la cuestión de quién hace feliz a quién y con qué personas va en el lote. Y no quisiera que se mal interpretasen mis palabras, un hermano, una madre, una abuela, siempre serán y tendrán ese papel. Pero el hermetismo que ha caracterizado algunas veces el trato y los temas “de familia”, tal vez está perdiendo fuerza y está dejando paso a nuevas relaciones que se basan más en la carga de afecto y la buena comunicación, y no tanto en los genes que se comparten; más en los aspectos en común y en las personas que nos hace felices y menos en si nos toca por parentesco cercano o lejano.
Puede que esté cambiando el concepto de familia como espacio interno en el que se guardan los trapos sucios, se justifican comportamientos inadecuados o se aguantan distintos tipos de humillaciones. quizás estamos aprendiendo que lo importante es rodearse de personas que nos hagan sentir bien y con quienes compartir afecto, prioritariamente.
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Psicóloga y Coach