Las personas que se entrenan en asertividad tienen que pasar por diferentes reflexiones que llevan a revisar las actuaciones propias y las de los demás, y que sugieren ser muy prudente en las interpretaciones e inferencias que habitualmente realizamos de la vida y del entorno. Entendemos por asertividad, la capacidad de decir lo que uno piensa, de defender la opinión propia, añadiendo el respeto por quien piensa diferente. También es ser capaz de decir no cuando nos preguntan o nos piden que hagamos algo que no estamos dispuestos a hacer, sin hacer un juicio sobre la petición en cuestión.
Dentro de la conducta asertiva es fundamental recordar que no hay que anticiparse a los deseos y necesidades de los demás, que no estamos obligados a intuirlos; entre otras razones porque esa anticipación o adivinación, nos puede llevar a error. Es frecuente que cuando alguien interpreta algo, o cree intuirlo, lo haga teniendo en cuenta su propia biografía, su historia personal y las cosas que le han ocurrido, que ha sentido; en definitiva, las referencias personales aprendidas y conocidas. Pero esas vivencias y emociones no tienen porqué ser las mismas de la otra persona, por lo que, la anticipación a la que nos referimos, puede ser errónea. Además, resulta mucho más sencillo decir y pedir lo que nos gusta, que esperar que los demás lo adivinen, no te parece?
Seguramente sea el resultado de algún aprendizaje que hemos adquirido en otro momento de nuestro desarrollo, y que resulta poco práctico y muy complicado, cuando lo lógico sería decir las cosas de forma directa y sencilla, por ejemplo, “me molesta que me repitas las cosas tantas veces, a pesar de que entiendo que lo haces para recordármelo”. En una frase así, se expresa un sentimiento de molestia que es propio, personal, a la vez que se muestra la capacidad de entender la intención positiva que puede tener la otra persona. Es siguiente paso sería “te pido que intentes no hacerlo tan a menudo”. Ante una petición directa, la otra persona tiene dos opciones, atenderla e intentar llevarla a cabo, o no considerarla porque no está en absoluto de acuerdo en que sea así. Aunque posiblemente, exista un valor importante en el hecho de haber expresado el sentimiento propio y la necesidad y, en ocasiones, si se permite al otro que piense en ello y lo vea desde su punto de vista, tal vez se pueda dar cuenta de lo que estamos expresando e intente cambiar algo de su comportamiento hacia nosotros.
La comunicación adecuada entre seres humanos necesita de capacidades y habilidades que no siempre hemos aprendido a manejar y que no entrenamos con la frecuencia adecuada, por lo que se suelen dar conversaciones poco útiles y que terminan en discusión, en reproches y en sensación de enfado e impotencia entre las personas que las protagonizan. Con lo complicado que resulta todo ello, la reflexión de hoy sugiere que seamos más responsables de nuestras propias necesidades y aprendamos a expresarlas a los demás sin que sea una exigencia que las tengan que satisfacer, sino mostrándolo como algo recíproco y desde el buen entendimiento mutuo. Es más sencillo que cada cual se ocupe de sus propias necesidades y tenga en cuenta las de los demás, si están claramente expresadas, que no tener que intuir o adivinar lo que otra persona necesita. Seguramente no perdemos nada por intentarlo.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach