En muchas ocasiones, las familias son grupos de personas en los que se proyectan expectativas que se traspasan de unos a otros en espera de cumplir ese deseo no conseguido o ese asunto importante pendiente de lograr. En ocasiones, trasladamos a los hijos expectativas que no son suyas, esperando que tengan un resultado distinto al que hemos tenido nosotros, generando situaciones complejas y, en ocasiones, incluso sufrimientos innecesarios.
Uno de los ámbitos en los que se pretende dejar herencia, puede ser el profesional. A veces, los padres, valoran lo que les conviene a sus hijos pensando en decisiones que ellos no tomaron o en compromisos que no han terminado de realizar, y se espera que sean ellos los que sigan con la tarea. En ocasiones, se espera que el hijo o la hija se ocupe de un negocio familiar, o continúe siendo el que atienda a los clientes de toda la vida. Determinadas expectativas pueden ser una carga pesada y desajustada para esos hijos, que acabe bloqueando y eliminando sus propias ilusiones y sus propias energías para creer en sí mismos.
Seguramente, la mayoría de padres y madres, quieren que sus hijos sean felices, seguramente la gran mayoría espera que hagan cosas con las que se sientan a gusto y sean personas satisfechas. Y esos deseos se pueden ir al traste cuando se empieza a querer influir demasiado en sus decisiones o se pretende que hagan caso a la experiencia y la forma de ver las cosas que los más mayores tienen. ¿No es suficientemente importante enseñarle a los hijos a que sean felices? ¿No es bastante retador procurar que aprendan a ser responsables de sí mismos y de sus decisiones? Quizás, no nos ocupamos de estas cuestiones por que no tenemos claro como hacerlo y, en vez de intentar aprenderlo, lo que elegimos es condicionar a nuestro descendientes e imponerles funciones y tareas, con la esperanza de que, a través de ellas consigan sentirse bien. Tal vez alguno esté pensando que lo de ser feliz es una utopía, o una idea demasiado imprecisa. Lo que ocurre es que lo de ser feliz es una responsabilidad personal, que depende de cada cual y con la que aprendemos a comprometernos o no. Ciertamente se enseña y se aprende a disfrutar de ciertas cosas, a dar más o menos importancia a otras, o a apreciar momentos que producen emociones positivas y guardarlas en el recuerdo.
Probablemente la felicidad y el bienestar de las personas tiene algo que ver con la sensación de libertad, al menos para tomar decisiones y elegir lo que a cada cual le parece en cada momento de su vida. Y la libertad para reconocer cuando nos equivocamos y volverlo a intentar o no, o cambiar de idea y de destino. Probablemente cuesta ver equivocarse a un ser cercano y querido, por lo que, tal vez, debamos aprender que la equivocación puede ser algo personal e intransferible, que hay que experimentar en carne propia y que solo así, aprenderemos a hacer algo distinto en otra ocasión.
Seguramente se trata de entender que cada uno tenemos una vida, la nuestra, la propia, en la que podemos hacer lo que nos parezca, sin perjudicar a los demás. Y que la persona que tenemos al lado, dispone exactamente del mismo privilegio, sea un hijo, una pareja, o cualquier otro pariente.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach