Menudo cambio de temperatura en pocos días. Parece que ya ha llegado el calor y con él el cambio de ropa y la evidencia de que, algunas personas, no se sienten a gusto con su imagen y con su peso. Parece inevitable que la idea de ponerse a dieta pase por nuestra mente cuando los rayos de sol invitan a destapar los brazos o a dejar las piernas a la vista. Y, en ocasiones, se siguen dietas que prometen resultados rápidos o milagrosos pero que, en realidad, ponen en riesgo nuestra salud y nuestro equilibrio interior, o que nos devuelven al punto de partida en poco tiempo.
Si bien es cierto que hay situaciones en las que hay que seguir un ajuste de la dieta para cumplir unos objetivos, lo más adecuado sería educar nuestros hábitos, cambiar algunas costumbres y ser capaces de conseguir un equilibrio que evite alteraciones de peso frecuentes. Cada persona tiene su complexión, una estructura corporal que va a ser la que marque la tendencia e indique unos parámetros razonables entre los que va a oscilar su peso, y esa cuestión vale la pena conocerla. Sea como sea, cuando una persona quiere variar su peso, es imprescindible que acuda a un especialista, a un profesional que será quien le dé las pautas a seguir para evitar riesgos.
Ahora bien, nuestros hábitos de alimentación, como tantas otras cosas, se aprenden en la infancia y en la adolescencia. Ya hemos referido alguna vez que el gusto y la aceptación de algunos alimentos se desarrolla con la edad, de manera que algunos productos que no gustan a los niños de tres, cuatro o cinco años, pueden gustar si se vuelven a probar a los diez, a los doce o a los dieciséis años. Es importante insistir en algunos alimentos, si consideramos adecuado que estén en el repertorio de los menús de casa. También es fundamental tomar consciencia de lo que le gusta o no le gusta a la persona que elabora la comida a diario, porque, seguramente, estará condicionando los hábitos alimenticios de la familia. Si las dietas tienen su riesgo, este todavía es mayor cuando se quieren aplicar a los jóvenes o niños, o cuando, en estas edades, se adquieren hábitos poco saludables que serán difíciles de modificar.
En el ajuste del peso y la imagen corporal resulta fundamental tener en cuenta no solo la ingesta de alimentos, también la actividad física que se realiza. Está claro que no tiene el mismo efecto comer y estar quieto todo el día, que comer y estar haciendo ejercicio y movimiento. En el caso de los niños y adolescentes, se puede dar la circunstancia de que no varíen la alimentación y sí varíen de peso por dejar de realizar alguna actividad física de manera habitual.
Llegado el momento, por dónde empezar. Una buena sugerencia es la de realizar una observación previa a cualquier dieta, que sea real y fiable. ¿Te atreves a escribir en un cuaderno todo lo que comes y bebes todos los días durante una semana? Hacer este trabajo sobre la persona que quiere perder peso puede resultar fundamental. Si lo haces y lo analizas con detenimiento, tal vez, tengas las claves que te permitan cambiar los hábitos y conseguir un peso con el que sentirte más a gusto.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach