La tarde estaba gris y nublada, hacía frío y todo parecía desapacible a su alrededor. Ella pensó que no quería sentirse así, que, tal vez, era el momento de hacer algo para buscar una solución y conseguir sentirse bien. Pero, lo había intentado tantas veces. Creía que, realmente, no había solución a su malestar, casi se había resignado a vivir en ese bucle de momentos malos y momentos menos malos, a los que casi consideraba buenos; y había ocurrido así sin decidirlo. Era consciente de que tenía que haber alguien que la podía ayudar, que existen buenos profesionales que saben hacer su trabajo. Entonces, qué fallaba para que ella siguiera así?
Seguramente este inicio encajaría en el relato de muchas situaciones cotidianas de personas que se sienten mal, que viven con angustia, ansiedad, con tendencia a la depresión, o simplemente que no consiguen darle un sentido a la vida y la viven en ausencia de emociones positivas y de retos propios motivadores. Algunas de estas personas, han buscado soluciones, tratamientos, terapias, incluso medicación, y no han logrado sentirse bien ni creer en una solución.
No quisiera que se entendiera esta reflexión como una forma de simplificar los trastornos ni de minimizar ningún malestar; nada más lejos de mis intenciones. Pero es cierto que tendemos a buscar soluciones que sean casi mágicas. Sabemos que tenemos prisa y cuando un proceso se ve largo, hay quien se desanima. También hay cierta tendencia a no querer esforzarse mucho, por lo que las soluciones que impliquen constancia y perseverancia tampoco tienen mucho éxito.
Tal vez es hora de apelar a la responsabilidad que cada uno tiene en su nivel de bienestar y de salud física o emocional. Es hora de recordar que el día más gris y desapacible, puede tener su encanto si uno quiere encontrarlo, o ser capaz de pensar que en pronto saldrá el sol. La implicación personal, la constancia, el empuje a la hora de hacer balance de dónde está uno y dónde quiere estar, son fundamentales. Aunque sea obvio, la realidad nos devuelve la idea de que no existen soluciones mágicas, ni píldoras de las felicidad o del éxito que lo coloquen a uno donde quiera estar. A ese punto se llega desde la implicación, el esfuerzo, el trabajo, la constancia, también la desesperación, la insistencia, el convencimiento o la tozudez de quien no se da por vencido, entre otras muchas actitudes.
Cualquier situación de malestar, por compleja que sea, requiere una posición activa de quien la vive y la sufre. Requiere un momento de decisión para cambiar algo que dure lo suficiente como para que las soluciones que se busquen puedan tener ese efecto solucionador. En realidad, una solución no es algo autónomo e independiente de quien la busca, sino que lleva asociado un esfuerzo y un compromiso constante de quien la necesita. Las personas que suelen pasar el tiempo buscando soluciones que no llegan, suelen responsabilizar a los demás de encontrarlas o no hacerlo. Las personas que se sienten responsables de cambiar lo que no les gusta, suelen conseguir esos cambios, aunque vengan dados en etapas y en puntos intermedios. En definitiva es algo así como la diferencia entre ser espectador o protagonista respecto a tu propio proceso de mejora y de cambio. ¿Qué eliges tu?
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach