En nuestro mundo actual, experimentamos a diario situaciones distintas que nos producen sentimientos de enfado, ira, rabia, frustración y más sensaciones negativas. También encontraremos momentos de cierta alegría, optimismo, esperanza, bienestar, afecto y otras tantas sensaciones positivas y agradables. Nos estamos asomando al increíble mundo de las emociones y a todo lo que este nos depara. Desde que somos pequeños, en las familias, se ofrece una atención u otra a la expresión emocional, de manera que hay padres y madres que ignoran las emociones de sus hijos, otros que las menosprecian, otros más que las atienden y dejan que ellos mismos las resuelvan como sea, y algunos que se ocupan de que las expresen adecuadamente y aprendan a manejarlas para seguir adelante.
Existen numerosos estudios que demuestran que es importante aprender a gestionar bien las emociones porque, probablemente, esa habilidad será mucho más importante que los niveles de inteligencia, en sentido estricto. La gestión de las emociones determinará, en la etapa adulta, que las personan sean más felices, tengan éxito profesional, o consigan un adecuado equilibrio con su entorno, entre otras muchas cosas. Entonces, si es algo tan estudiado y demostrado, ¿por qué no le prestamos más atención y le damos mayor importancia en nuestro aprendizaje como seres humanos?
Seguramente se sigue pensando que este tipo de aprendizaje o desarrollo personal depende de cada uno, que es una cuestión de que algunas personas lo necesitan y otras no, en definitiva, habrá quien siga creyendo que esto son bobadas o sensiblerías de personas débiles. Sea como sea, seguramente alguna vez, habrás tenido la sensación de que tus emociones te dominan y no al contrario, o habrás experimentado que no parabas de darle vueltas a algo que te preocupaba o que te causaba un profundo malestar. O peor aún, tal vez alguna vez has intentado negarte a ti mismo lo que sentías o lo que pensabas con respecto a algo. En esos casos, el poder de la emoción se hace palpable y nos damos cuenta que, tal vez, necesitamos entrenarnos en el control emocional.
El primer paso es reconocer la emoción, decirte a ti mismo “estoy enfadado”, “me siento triste y preocupada”, después de esto, hay que saber cómo queremos gestionar esa emoción, el tiempo que queremos darle para que ocupe un espacio en nuestro interior y de qué forma expresarla, dentro de nuestro propio control. Cuando queramos cambiarla, habrá que dirigir nuestros pensamientos hacia otra cosa, pensar en positivo y decidir de qué manera nos queremos sentir. Es importante no actuar o tomar decisiones en los momentos de ira o de enfado, porque es probable que luego te arrepientas. Una buena idea es convertir esto en un hábito cotidiano que te permita revisar cuáles quieres que sean tus emociones frecuentes, las positivas (comprensión, alegría, bienestar, aprecio, ….) o las negativas (desconfianza, ira, enfado, rabia, …) y cargar tu energía emocional diaria según tu decisión.
Si como personas adultas no sabemos gestionar y controlar nuestras emociones, será difícil enseñarlo a los niños, puesto que, como ya sabemos, el aprendizaje se hace no solo desde la parte teórica, sino, y en este caso más, desde la experiencia vivencial de cada uno. Ver a los adultos discutir, alterarse o, por el contrario, controlar ciertas situaciones, deja una profunda huella en ellos.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach