Hace poco más de un mes que terminó la Navidad y que los Reyes Magos visitaron a las familias, probablemente con más regalos tecnológicos que nunca. A nadie se le escapa que los dispositivos digitales están ocupando un lugar muy destacado en nuestra cultura y forman parte de las peticiones, cada vez más tempranas de niños y niñas que quieren estar conectados con sus amigos, o que están utilizando internet para todo tipo de consultas inmediatas. Quizás ha habido padres y madres que han considerado oportuno aceptar esas peticiones y concederles tener alguno de estos dispositivos y quizás ahora estén viendo algunos riesgos que antes no detectaron.
La tecnología por sí misma es una herramienta que, como todas, tiene cosas muy buenas y riesgos importantes. Por eso, es responsabilidad de los padres y madres, no solo ceder a las demandas, sino hacer el seguimiento y control adecuado a cada edad. Una de las ideas interesantes es que, antes de conceder el uso de un teléfono, una tableta u otro dispositivo, conviene pactar unas normas de uso. Esas normas tienen que tener el compromiso de cumplimiento por parte de nuestro hijo o hija, y también llevar asociadas unas consecuencias que se pueden dar si se incumplen repetidamente. Es el momento de pactar un tiempo de uso diario, de definir que ese uso se realice en zonas comunes de la casa, o recordar que por la noche el dispositivo tiene que estar apagado y, preferiblemente, fuera de la habitación, por ejemplo. Quizás hay que dejar claro que debemos conocer la contraseña de bloqueo y que tenemos derecho a inspeccionar el teléfono con cierta frecuencia, si nuestros hijos son todavía pequeños. Cuidado con la idea de usar el teléfono como despertador, si lo tienen en su cuarto, podemos pensar que están durmiendo y resulta que están chateando con esos compañeros que se acuestan más tarde.
Puede resultar evidente que exista lo que se conoce como desfase tecnológico entre padres e hijos, o lo que es lo mismos, que los padres y madres, no nos enteramos de qué van muchas aplicaciones, juegos, o sistemas de comunicación, de intercambio de fotos, etc. Y eso puede resultar una dificultad a la hora de tener un cierto control, adecuado a cada edad de uso.
Es muy importante saber que hay programas y aplicaciones que facilitan ese control parental y, tal vez, conviene informarse de eso, tanto o más que de las marcas de los dispositivos y de sus estupendas funciones. No nos olvidemos de que los dispositivos móviles, no son un juguete, aunque se utilicen para jugar. Recordemos que algunos usos pueden ser peligrosos, fomentemos hablar de ello, tanto de las ventajas como de los peligros y de la forma de protegerse de ellos. Además de limitar el uso, vale la pena tener claro cuál será el coste con los operadores que esperamos tener, ya que los menores, no tienen porqué ser conscientes de lo que vale el uso de algunas aplicaciones si no se lo enseñamos o si no lo restringimos. En caso contrario, podríamos llevarnos sorpresas desagradables que no tendríamos claro de quién son responsabilidad. Pensar en ello antes, puede evitar situaciones complicadas después. Y hay decisiones aparentemente sencillas que, tal vez, necesitan un tiempo de información y de reflexión por parte de los adultos, que son los responsables.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach