Qué importante es el descanso en nuestras vidas. A pesar de que cada persona tenga un ritmo biológico diferente y necesite una cantidad de tiempo de descanso distinta, dormir es el mecanismo biológico imprescindible para que las células de nuestro cuerpo se recuperen del desgaste del día a día. Muchas personas tienen hábitos de sueño y descanso propios, muy especiales que han ido aprendiendo a lo largo del tiempo, de manera que hay quien siente que descansa bien y otros que no lo hacen. Es fácil adivinar que los principales hábitos de sueño se adquieren en la etapa infantil. Desde que somos bebés, se oye comentar a los padres eso de que el niño o la niña duerme bien, o duerme mal y se despierta a menudo, y ellos, agotados.
En el caso de los niños, el aprendizaje de los hábitos de sueño tiene bastante que ver con los miedos o con la sensación de seguridad que necesitan ir desarrollando. Las luces encendidas que algunos niños reclaman, el peluche, el pañuelo, la almohada o cualquier otro objeto que les sirva para sentirse seguros, son ejemplos de las emociones que los niños relacionan con el tiempo de descanso. El lugar donde duermen es muy importante, además de que aprendan a estar despiertos en la cama antes de dormirse o al despertarse. En nuestra cultura suele ser habitual que los bebés duerman en la misma habitación que los padres hasta que tengan varios meses o cerca del año, y después, en otra habitación que sirva de anticipo al cambio de la cuna a la cama. Pero hay casos en los que el proceso se tuerce y los niños se quedan años en el dormitorio de los padres o incluso en la cama de ellos o de alguno. Estas circunstancias podrán tener consecuencias negativas para el menor, haciendo que sea más inseguro, más dependiente y que le cueste superar otros miedos. En ocasiones, el niño o la niña vuelve a dormir con alguno de los padres después de una separación de pareja y asume, sin que sea lo que se pretende, un papel de protector del progenitor, del que le va a costar mucho desprenderse.
Y ahora alguno se preguntará, si pero ¿cómo lo hago? Si crees que lo has probado todo y no ha funcionado, paciencia; se trata de volverlo a intentar. Aunque parezca obvio, el primer paso es que los padres se convenzan con determinación de que quieren modificar el hábito y cambiar la rutina actual. Después, dependiendo de la edad del niño o niña, explicarle lo que vais a hacer, de manera que lo entienda; animarle mostrando decisión y convencimiento de que lo vais a conseguir y plantearlo como un reto para todos; no dejar de insistir, de seguir con los pasos que os habéis marcado, hasta lograrlo. Para vosotros será una satisfacción y para vuestro pequeño un inmenso aprendizaje y un paso a su seguridad y a su autonomía. Cuando vuestro hijo o hija ya duerma en su habitación, enseñadle a que sepa estar despierto en la cama para dormirse o a entretenerse al despertar, sin que necesite inmediatamente la compañía de un adulto. Este hábito le resultará útil y satisfactorio para su desarrollo como persona.
Cabe recordar que no sirve de nada caer en la desesperación, aunque resulte más complicado, los hábitos se corrigen con perseverancia y paciencia, y con la ayuda de quien haga falta, incluso de un profesional. La decisión de querer cambiar es el primer paso y el fundamental. ¡A por ello!
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach