No es decir nada nuevo si decimos que las personas somos libres dentro de la sociedad en la que vivimos, que esa libertad la podemos administrar para aplicarla a distintos ámbitos y, en especial, a la toma de decisiones. Tomamos muchas decisiones al cabo del día, y muchas de ellas tienen que estar sometidas a la responsabilidad, porque llevan asociadas algunas consecuencias. Decidimos estar de mejor humor, o de peor humor, porque decidimos dejar que las cosas nos afecten de una forma u otra. Decidimos hablar a los demás con amabilidad o por el contrario, con resentimiento porque nos hemos sentido ofendidos, con desprecio porque creemos que nos han despreciado. Y cada una de esas decisiones necesita que seamos responsables para afrontar las consecuencias que va a tener.
Es posible que alguno crea que hace las cosas porque no le queda otra opción o porque no tiene otras posibilidades. Aunque lo cierto es que casi siempre hay otra opción y otras posibilidades y, tan solo cada uno, asume lo que decide hacer. ¿Has decidido gritarle a alguien cercano? No es una obligación, es una decisión; incluso eres tu quien decide que lo que otro haga te “saque de tus casillas” o “te ponga de los nervios”. ¿Has decidido comer más de lo que necesitas y te conviene? No es la única opción, es la que eliges, ya que solo depende de ti decidir la cantidad que ingieres y la calidad con qué te alimentas. ¿Has decidido poner en riesgo tu salud fumando o bebiendo o consumiendo tóxicos? Es tu decisión porque, probablemente hay otras posibilidades. A pesar de que tengas un montón de razones que lo justifiquen y muchas dificultades que te hagan la vida difícil o casi insoportable; porque existe la posibilidad de que las cosas negativas te hundan o te motiven para superarte y ser mejor persona.
Que sencillo podría llegar a ser actuar con libertad, asumir la responsabilidad de esa libertad y ser capaz de prever las consecuencias, con el fin de ajustar esa libertad a las decisiones adecuadas. Que sencillo y que complicado a la vez, porque quizás se olvida que esa libertad la tenemos todos. Se complica cuando alguien cree que puede influir sobre las decisiones del otro o de los otros, cuando alguien cree que está por encima, porque sabe más “de la vida” o “tiene más experiencia”, o porque decide aplicar la máxima de que sus experiencias tienen que servir a los demás para aprender; y así, elimina o somete parte de la libertad de los demás. Que complicado resulta cuando alguien llega a pensar que su libertad es inmensa o infinita y no sabe ver y respetar la libertad de los demás, de manera que la invade, la elimina y no es capaz de prever las consecuencias que eso puede llegar a tener porque tampoco se responsabiliza de ellas.
A estas alturas del artículo, cada cual habrá imaginado algún ejemplo, alguna situación en la que ocurre este conflicto, donde la libertad de acción individual exige total responsabilidad y capacidad para asumir TODAS las consecuencias posibles. Quisiera hoy relacionarlo con dos situaciones muy distintas en su naturaleza pero iguales por dolorosas en sus consecuencias; me refiero a quienes eligen salir en mal estado a una carretera o no hacer uso adecuado de las normas y acaban provocando desastres insoportables para otros. Y me refiero a quienes eligen someter la vida de otra persona porque no se ajusta a su voluntad personal y acaban matando a mujeres o a niños. No son solo datos, son vidas.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach