Llevamos medio mes en este año nuevo y hay personas que, inevitablemente han ido planteándose qué hacer o qué intentar conseguir en este nuevo periodo natural. Algunos están valorando qué quieren intentar conseguir, otros ya están pensando en que, tal vez han puesto el nivel alto y alguno más quizás ya se ha dado por vencido antes de poder intentarlo con convencimiento. Suele ser habitual que nos planteemos retos y metas para cambiar, mejorar, salir de esos estados en los que no nos sentimos plenamente satisfechos, e intentar situarnos en un nuevo estado en el que, creemos, encontraremos más satisfacción y bienestar. Pero, ¿es ahora, en enero, el mejor momento de hacerlo? Seguramente no es el mejor, ni el peor. En enero, en septiembre, coincidiendo con la vuelta del verano y el inicio de un nuevo período, suelen ser momentos típicos para plantear cambios. De todos modos, no tienen que ser necesariamente los únicos, ni los más adecuados. Para ciertas personas pueden ser inadecuados por aquello de no seguir la corriente. Algunas personas puede que, sencillamente quieran seguir con su rutina y sus hábitos porque se sientan satisfechos así.
Dentro de los típicos y los tópicos de los nuevos propósitos están, tal vez, el de dejar de fumar, hacer más ejercicio, aprender inglés u otro idioma de forma efectiva, incorporar alguno de los hábitos saludables que se suelen promocionar a menudo y un largo etcétera. Probablemente estaremos de acuerdo con que hacer estas revisiones y buscar nuevos propósitos de esta forma, no es demasiado efectivo, sino que responde a esa especie de inercia colectiva a la que nos dejamos someter. La poca efectividad puede deberse en que, en realidad no es un objetivo propio, que realmente queramos conseguir por convencimiento verdadero, o porque no va acompañado de un verdadero hábito de revisar lo que hacemos y tomar decisiones sobre lo que queremos conseguir.
Si nos referimos a un hábito, estamos hablando de algo que habitualmente, hacemos. Si revisamos nuestra rutina y nos planteamos nuevos propósitos dos veces al año no podemos considerar que sea un hecho habitual. Sí lo sería si estuviéramos habituados a hacerlo con una frecuencia distinta, que suponga que sea algo frecuente y propio. Hay muchas posibilidades, hay quien puede revisar y plantearse acciones de forma semanal, o quien prefiere hacerlo día a día, o para un período de un mes, o cualquier otra posibilidad. Lo que sí puede resultar un propósito nuevo e interesante, es el de tomar como hábito hacer una revisión frecuente de nuestra situación y una toma de decisiones o planteamiento de nuevos objetivos, eso sí, teniendo en cuenta que esos objetivos cumplan algunas condiciones: tienen que ser cosas concretas, que sean realistas, que sean propios, que se puedan medir para saber si se han conseguido, que estén enmarcados en un período de tiempo para trabajar en ellos y conseguirlos, y que dependan de actuaciones que cada uno tenga que realizar; no vale caer en la trampa de que “mientras los otros no hagan algo, yo no puedo hacer…” o ese otro argumento que deja todo en manos de que se solucionen las “cosas” a nivel general.
En realidad lo de plantearse cambios y hacerse nuevos propósitos puede resultar un argumento desmotivador que refuerce el argumento de “por mucho que lo intento no puedo”, o podemos convertirlo en un estímulo motivador constante si reconocemos los pequeños logros en los que decidimos trabajar de forma continua, ¿qué prefieres?
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach