No tenemos nada en común

Se acerca el fin de semana y aparece otra vez el dilema: a uno le gusta pasear, hacer algo de ejercicio o salir a tomar algo; al otro le gusta estar tranquilo en casa, pasar tiempo con la familia y dormir hasta tarde. Si no es este guión, puede ser otro parecido. En algunas parejas, el paso del tiempo en la relación, deja al descubierto aspectos diferentes de interés y de ganas de dedicar el tiempo libre. No es que esas diferencias aparezcan de repente, de la nada. Seguramente ya estaban ahí antes, desde que se conocieron, pero al principio quizás ponían más esmero en no evidenciarlas o alguno de ellos cedía en beneficio del otro, hasta que ese esfuerzo quiso dejar de hacerse indefinidamente. A pesar de que pueda parecer una dificultad importante o un problema sin solución, una cuestión así, no tiene porqué serlo. De hecho, seguramente es algo habitual que se podría resolver o adaptar a la convivencia si la pareja aprendiera a darle un valor distinto o a saber generar un espacio nuevo para los dos y uno propio para cada uno.

Vamos por partes, cada persona puede tener unos gustos, unas aficiones o intereses que pueden ser compartidos en pareja o no serlo. En este caso, lo que se piensa es en renunciar o en dejarlo para escasos momentos en los que el otro consienta que dediquemos un tiempo a ello. Probablemente eso sea un error y genere insatisfacción y algo de distanciamiento en la pareja. ¿Por qué piensas que es necesario compartirlo todo y hacer casi todo juntos? Si crees que eso es lo que une y fortalece una pareja, verás que no necesariamente es así, más bien puede llegar a provocar lo contrario. Es cierto que las parejas necesitan tener cosas en común, pero esas cosas pueden ser de diferente índole. Probablemente hay más cosas en común de las que ahora crees, quizás habéis ido dejando perder alguna de ellas por cuestiones rutinarias y de monotonía, pero están ahí. Se trata de recordar las que son y recuperarlas en un tiempo nuevo para los dos, pero que no suponga una renuncia absoluta de los intereses individuales. Cuando queremos integrar las cosas, se encuentra el tiempo y el espacio para poder hacerlo, lo mismo que cuando se quiere encontrar un tiempo para compartir. Además, si una persona se siente satisfecha por poder hacer lo que le gusta y le interesa, estará más abierta, más predispuesta y más feliz a la hora de dedicar tiempo a hacer cosas con los demás; la satisfacción se contagia igual que la frustración y el descontento. Así que si apostamos por hacer aquello que nos agrada, aunque no sea con nuestra pareja, probablemente nos sentiremos mejor para hacer esas otras cosas comunes que nos satisfacen a los dos.

Es importante saber encontrar el equilibrio y ello no significa tener que medir exactamente las horas y minutos que uno dedica a algo para que sea el mismo tiempo que dispone la otra persona para sus actividades, se trata de tener sentido común y buscar un tiempo de dedicación que no deje al otro sin posibilidades de hacer lo que también le gusta. Pero para que esto pueda funcionar bien, se requiere estar convencidos de que ambos tenemos derecho a ese tiempo propio sin fiscalizaciones del otro y sin juicios de quien no comparte el interés por algo. No vale enviar mensajes directos o indirectos del tipo “vaya tontería” o “menuda pérdida de tiempo”. Si aparece esa amenaza, mejor pensar en el gusto de las cosas que se viven en común y en la sensación agradable que eso genera.

catalinafuster.com

Psicóloga y Coach