Estos días aparece de nuevo el debate de si estamos en fase de mejora y han quedado atrás lo peores momentos, o si ya se ha vivido lo peor y empieza el ascenso a un nuevo tiempo de cierta prosperidad. Sea como sea, lo que si sucede es que ciertas cosas siguen dependiendo de uno mismo, de la actitud que utilizamos y ponemos al servicio de cada uno para salir adelante. El miedo sigue estando bien instalado a nuestro alrededor, en la conciencia de muchos y en el inmovilismo de otros. Personas que siguen esperando que ocurra algo diferente que les permita la posibilidad de mejorar, o de conseguir un trabajo, de cambiar su realidad y su situación.
Pues bien, eso es cuestión de actitud, es una forma de respuesta en la que influyen varias cosas, que hemos aprendido, y que utilizamos con frecuencia. En ella tiene mucho que ver una parte emocional, una parte de nuestros pensamientos, y se traduce en una conducta determinada. Si hablamos de actitudes que manejamos con frecuencia, nos encontramos lo que consideramos actitudes positivas, negativas, actitud reactiva o proactiva, actitud colaboradora o pasiva, por citar algunos ejemplos. Hay que tener en cuenta que casi todas las personas utilizamos todas estas actitudes en nuestro entorno, en el día a día, aunque no seamos del todo conscientes de ello. Las actitudes positivas o negativas nos sirven, por ejemplo, para ver qué se hace ante un error o un fracaso; si conseguimos extraer un aprendizaje y volver a intentarlo, o si nos enfadamos, nos sentimos fracasados y nos damos por vencidos. Las actitudes reactiva y proactiva también son muy interesantes de valorar. Alguien es reactivo si reacciona ante algo: si me saludas, yo saludo; si me despiden, buscaré un nuevo trabajo. La persona proactiva, no espera a que suceda algo para tomar una decisión y actuar. La actitud proactiva permite que esa persona provoque que ocurra lo que quiere conseguir, se adelanta a los acontecimientos y apuesta por su éxito, antes que dejarse vencer por el miedo al fracaso. La persona proactiva insiste las veces que sea necesario hasta que lo consigue, no importa cuantas veces tiene que insistir o repetir el intento, no desfallece ni se da por vencida.
Las actitudes se aprenden, se entrenan y se experimentan para conseguir cambiarlas, cuando es necesario y cuando se está convencido de que se quieren cambiar. Las personas que se preparan, se entrenan para ser positivas, proactivas y colaboradoras, son personas que apuestan más por el éxito que por el fracaso, son personas que se van a permitir dedicar el tiempo suficiente para lograr que algo les salga bien, porque no pararán de hacer algo diferente hasta que así sea. Son personas que aprenden a creer en sí mismas y aprovechan esa seguridad para probar de mejorar, para plantearse objetivos de crecimiento personal o profesional. Las personas de éxito aprenden a escuchar, a fijarse más en las oportunidades que en los riesgos y en encauzar sus objetivos a esas oportunidades.
Las actitudes marcan la diferencia entre el éxito y el fracaso personal y profesional, y quiénes suelen defender lo contrario, suelen hacerlo desde su parcela de justificaciones y su reducto de malestar. Y siguen esperando que algo cambie para que las cosas les vayan mejor, esa es su actitud, ¿cuál es la tuya?.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach