Desde hace un tiempo, el mundo de la educación anda algo revuelto. Con tantos cambios y modificaciones que están alterando la sociedad en general, la educación vuelve a estar en fase de reflexión y de enfocarla a un rumbo diferente. Pero no vamos a entrar en aspectos generales, por muy importantes que sean, porque no corresponde a esta sección hacerlo. La propuesta de hoy nos lleva a reflexionar sobre la responsabilidad de los padres y madres que, al fin y al cabo, somos los verdaderos responsables de la educación de nuestros hijos. Y en esta tarea sabemos que la implicación no se realiza de igual manera por parte de todos. Hay pautas educativas que son más comprometedoras y más comprometidas, no se trata solo de la elección de un colegio u otro, de elegir una asignatura u otra.
Sabemos que todo educa, los valores que procuramos transmitir, las actividades que elegimos para complementar las materias curriculares, la importancia que damos a cada asignatura y materia o a cosas que, hasta ahora no se consideran asignaturas, son aspectos que marcan la diferencia entre unos padres y otros. Como colectivo y como grupo solemos actuar siguiendo la norma, es decir, haciendo lo normal, de manera que cuando alguien se sale de esa forma de actuar pasa a ser raro. Entonces, ¿son raros los padres y madres que se cuestionan algunas cosas? Hay padres y madres que quieren participar de otro modo en la educación de sus hijos, que quieren conceder importancia a materias como la educación emocional, o el entrenamiento de las actitudes de sus pequeños, que consideran que se puede aprender de forma divertida, que se podría cambiar el sistema e introducir más juego, más contacto con otros elementos de la sociedad que también resulten educativos.
A pesar de que algunas de estas propuestas suenan bien, acaban resultando raras, acaban siendo pocos los que las toman en serio y las intentan llevar a la práctica, saliéndose de la normalidad y, además, provocando que puedan ser los mismos niños los que se sientan distintos y rechacen algunas de esas propuestas o actividades. En realidad volvemos a la tiranía de la normalidad. Tan solo si echamos la vista atrás y tomamos algo de perspectiva, vemos el efecto que pueden llegar a producir algunos cambios y nos sorprendemos de la valentía y determinación de algunos grupos y colectivos que pueden haber sido anónimos pero han dado un giro a la forma de educar.
La normalidad es importante, pero también lo es la diferencia. Diferenciarse de los demás, ya sean competidores o compañeros, y diferenciarse en sentido positivo, se considera un indicador de éxito. Pero para saber diferenciarse hay que aprenderlo, enseñarlo y entender que, aunque se corra un riesgo, podemos obtener un beneficio. Enseñar a los niños a diferenciarse empieza por hacer cosas diferentes y tal vez, ser considerados raros. Los padres y madres raros por convencimiento y coherencia, tal vez están ofreciendo a sus hijos una perspectiva que les permita diferenciarse y aprender a atender otros aspectos de sí mismos cuando sean adultos.
Podemos decidir qué clase de padres queremos ser y eso nos supondrá favorecer un estilo de hijos y personas que quizás tengan cosas nuevas que aportar en el futuro. Mucho no podemos perder, el presente no es muy halagüeño, no les parece?.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach