Si bien es cierto que ya hemos pasado la necesidad de principios del verano de perder peso para vernos bien con menos ropa, eso no nos salva de que, a medida que los calores avanzan, las fiestas, los excesos, los helados y otras comidas, vayan dejando un cambio en el físico que, a ciertas edades puede generar malestar. Chicos y chicas en etapa de cambios, en fase de revolución hormonal, pueden verse, casi de repente, en una situación de ocupar un cuerpo que no parece el suyo y eso les puede llevar a querer ponerse a dieta. No nos referimos en ningún caso a trastornos de la alimentación, eso habría que enfocarlo de otro modo y es terreno muy delicado; nos referimos a ese momento en que nuestros hijos no se sienten cómodos ante un cambio de peso más o menos natural que en algunas etapas se puede producir, y quieren regularlo y ajustarlo.
¿Qué podemos hacer ante una demanda así? O incluso ante la valoración de los padres de que el chico o la chica tendría que perder algunos quilos. En primer lugar, sería bueno observar cómo es la dieta que sigue nuestro hijo y darse cuenta de cuáles son los alimentos que están causando un incremento de peso: los refrescos con azúcar que se toma cada día, los helados continuados que en verano apetecen mucho, los bollos o pasteles o dulces en general, las chucherías más frecuentes, o quizás las cenas copiosas y en horario más tardío; pueden ser algunas de las causas. También es importante valorar si se ha producido un cambio en su actividad física porque está en esa edad que no le interesa la bici ni los patines, se ha vuelto más sedentario y acusa más el calor, por lo que no le apetece moverse tanto y no pasa tanto tiempo en la piscina y sí delante del ordenador o jugando a la consola. Es fundamental que esa valoración sea realista y que no busque justificar ningún comportamiento, sino afinar la puntería a la hora de poner las soluciones.
Antes de decidir qué alimentos reducir o qué dieta seguir, es importante consultar con el personal médico o de enfermería, que nos ofrecerán propuestas que no sean arriesgadas para la salud de nuestros hijos. No obstante, no nos engañemos, las variaciones de peso y la tendencia a estar por encima de lo adecuado, se fundamenta en hábitos de alimentación saludables. Tal vez en estos momentos vuelva a ser oportuno intentar incorporar las frutas y verduras, o simplemente una mayor variedad en la dieta. Sabemos que no es fácil acostumbrar a nuestros hijos a comer bien en el más amplio sentido de la palabra, debemos recordar que hay alimentos que no gustan a ciertas edades pero que, a medida que ellos maduran puede que estén más preparados a aceptar nuevos sabores y texturas. No vale que si con cuatro o cinco años no quería garbanzos o champiñones, ya dictaminemos que eso no le gusta por siempre jamás; al paladar hay que darle oportunidades de vez en cuando, el resultado puede ser muy positivo.
Otra cuestión imprescindible a recordar es que cualquier reducción de peso en chicos y adolescentes, tiene que ser lenta y proporcionada, nunca rápida ni basada en soluciones milagrosas que tan solo acostumbran al metabolismo al conocido como efecto chicle. Pero no nos equivoquemos, si nuestro hijo/a se siente mal o incómodo por exceso de peso, no se trata de despistarlo y esperar a que cambie de idea, sino de buscar la solución con todas las garantías y ayudarles a que se sientan a gusto en su desarrollo.
catalinafuster.com
Psicóloga