Ya falta muy poco, en unos días los chicos y chicas que han terminado segundo de bachiller, van a afrontar una prueba complicada en la que no solo se juegan demostrar sus conocimientos en un número considerable de asignaturas, sino que, además de eso, van a pasar una prueba de manejo de ansiedad, de confianza en ellos mismos y de otras actitudes personales que, como adultos recientes, todavía están por descubrir.
Cuando llegan aquí, la gran mayoría de los bachilleres, están adecuadamente preparados para superar la selectividad. Los nervios y las tensiones suelen aparecer relacionados con la presión por sacar la nota adecuada para acceder a los estudios que han elegido y cumplir así con uno de los primeros sueños importantes en la vida. O tal vez, esa elección es más propia de alguno de los padres que del propio alumno, pero sigue teniendo una gran carga de presión. Esa ansiedad también puede estar generada por muchas otras razones, quizás cierta inseguridad sobre los temas que hay que decidir. Algunos alumnos y alumnas llegan a las puertas de selectividad sin tener todavía claro cuál es su opción, lo que realmente les interesa hacer y eso también puede ser una demanda de sus familias, “a estas alturas y sin tenerlo claro. Pues ya va siendo hora, que enseguida hay que hacer la matrícula.” La cabeza puede parecerse más a una olla a presión que no a un cóctel de conocimientos buscando el orden establecido en el que salir cuando lleguen las preguntas.
Y en esa dualidad de sentimientos, la mayoría de padres y madres quieren ayudar, como no puede ser de otra manera. Veamos qué podemos aportar. Una de las cuestiones a tener en cuenta es que, a pesar de que nuestros chicos parezcan tenerlo muy claro, eso no es garantía absoluta de que su elección sea la correcta. Pueden comenzar unos estudios y descubrir que eso no es lo que esperaban. Quizás valga la pena ir paso a paso. Si nuestro caso es que todavía no sabe lo que le gustaría hacer, conviene dejarlo para justo después de los exámenes, aunque sea el mismo día del último ejercicio; pero mientras tanto, dejar que su cabeza se ocupe de trabajar en esa preparación y concentración. A veces, surge la decisión cuando la presión afloja o desaparece, porque las ideas han estado rondando por ahí, esperando el momento de aparecer.
En estos días previos a los exámenes, podemos ayudarles con mensajes de confianza, recordándoles las situaciones complejas que han vivido anteriormente y que han resuelto con éxito; fomentar su tranquilidad interna con sencillos ejercicios de relajación o meditación. Proponerles que cada día hagan un poco de ejercicio, aunque solo sea media hora de caminar, el hecho de que les dé el sol y el aire favorecerá su tiempo de repaso y estudio; que organicen su tiempo partiendo de sus necesidades reales y teniendo en cuenta un descanso mínimo necesario. Puede ser importante que coman bien, frutas, frutos secos, azúcares, hidratos de carbono. Que planifiquen su tiempo en base a los temas que quieran trabajar cada día y que sea una planificación real. Intentemos que generen mensajes positivos que les permitan sacar el máximo partido a sus capacidades y que generen en ellos la ilusión de superar un nuevo reto. Los conocimientos que han adquirido rendirán mejor si los nervios se mantienen a raya, así que vale la pena entrenarlo.
catalinafuster.com
Psicóloga