Ahora que se va acercando el verano, llega el tiempo de cambiar de vestuario, renovar algunas prendas y sustituir las gruesas telas del invierno por los tejidos frescos y ligeros del verano. En determinadas etapas de la vida, este cambio de armario puede generar conflictos familiares que no siempre son fáciles de resolver. Si nos encontramos en esa fase de tránsito que es la adolescencia, en la que los chicos y chicas quieren seguir la moda, podemos sufrir la imposición de tendencias que, desde el punto de vista de los adultos, no siempre resultan adecuadas. Tal vez nos parece que llevan el pantalón demasiado corto o las camisetas con escotes o sisas muy anchas, quizás consideramos que todavía no es el momento de comenzar con los tacones, o tal vez pensemos que se maquilla demasiado. Si se trata de chicos, quizás no les gusta a los padres el estilo de pelo que quieren llevar, o la forma de vestir demasiado desarreglada, o los zapatos que eligen para completar el vestuario.
Como padres tenemos que intentar comprender que la diferencia de generación nos coloca en una perspectiva diferente; seguramente, en la época de juventud de cada uno de nosotros, también tuvimos diferencias en nuestros gustos comparadas con las de nuestros padres y mayores del momento. Más allá de eso, también hay que empezar a prepararse para que los gustos y el criterio de nuestros hijos no coincidan con el nuestro en algunas ocasiones. Hasta aquí todo está dentro de los márgenes aceptables y comprensibles. Pero ¿cómo decidir dónde está el límite de lo adecuado y lo correcto? ¿Según quién, ellos o nosotros? Sin duda, la situación se puede presentar complicada. En tales casos, nos puede ser de ayuda haber fomentado en nuestros hijos la autoestima y la capacidad de autocrítica, de tal manera que sean capaces de decidir qué parte de la moda les interesa realmente seguir y qué parte tienden a seguir porque lo hacen el resto de amigos y compañeros. A estas edades, todavía se está formando el criterio propio y el gusto por las cosas, de forma que es más fácil seguir la norma general que no atreverse con ideas propias de uno. También es importante que aprendan a mirarse delante del espejo, a pensar en qué imagen transmiten a la sociedad vistiendo de una u otra forma y si esa imagen es la quieren transmitir. Puede resultar complicado y costoso, pero ellos tienen la necesidad de experimentar. Aprenderán a entender que con la vestimenta, todas las personas transmitimos algo de nosotros mismos y nos comunicamos con la sociedad y el grupo al que pertenecemos.
En otro extremo están algunos padres y madres que actúan de promotores e impulsores para que sus hijos sean los primeros en llevar tal prenda o tal marca y promueven que sigan los criterios de la moda, les siente como les siente. En estos casos tampoco se ayuda demasiado, ya que no se permite que los chavales descubran sus gustos o se sientan identificados con la imagen que dan.
De todos modos, la experiencia nos dice que, una vez pasada la fase de experimentación, casi todos encuentran su estilo y su identidad, también con la ropa. Cabe recordar que la actitud dialogante, la negociación y el intento de comprender el momento, pueden ser herramientas útiles a tener en cuenta. Vale más negociar que imponer y, seguramente será mejor supervisar que desentenderse; todo ello en la dosis adecuada.
catalinafuster.com
Psicóloga