Esta palabra ha surgido para designar a los jóvenes que ni estudian ni trabajan, por voluntad propia; aunque actualmente se utiliza también para referirse a aquellos jóvenes que, una vez finalizados sus estudios, no trabajan porque no encuentran su oportunidad laboral. Está claro que, la situación actual nos lleva inevitablemente al aumento de los ninis. En estas líneas vamos a referirnos a esos jóvenes que ni estudian ni trabajan, y sus familias no saben qué hacer con ellos o ellas.
¿Cómo se llega a la situación nini? Difícil pregunta, con respuestas todavía más complicadas y que van más allá de lo que es una situación económica especialmente compleja como la actual. Las características de un nini, que por otra parte, son perfiles sociales que han existido siempre, son las de personas que no pretenden tener una relación continua de trabajo, ya que buscan trabajar de una forma instrumental, es decir, períodos cortos de tiempo en los que conseguir cantidades de dinero para satisfacer determinadas necesidades de consumo. En algunas familias, preferentemente las que se consideran que están en riesgo de exclusión social, ha habido personas que han desarrollado este tipo de relación instrumental con el trabajo. La diferencia es que hay una generación de jóvenes que pertenecen a clases sociales medias y altas, que han ido generando estas expectativas laborales y ven el trabajo como algo temporal para conseguir sus objetivos consumistas.
Lo que nos interesa revisar de los ninis es lo que se refiere a las actitudes personales que se han ido generando y aprendiendo, para llegar a esa situación de no querer asumir ningún compromiso personal que requiera esfuerzo y perseverancia. En todo el proceso de desarrollo de una persona, hay que aprender a autocomprometerse, a esforzarse y a trabajar por aquellos objetivos que uno quiere conseguir. Desde pequeños es necesario aprender a relacionar el trabajo, entendido como acción de realizar tareas, y la insistencia, con los resultados en las cosas que se quieran conseguir. Y como en muchas otras cuestiones, las familias, los padres y madres, tenemos la responsabilidad de promover tales aprendizajes. A medida que los hijos e hijas crecen, a media que vamos observando sus resultados, intuimos o adivinamos hacia dónde pueden ir las cosas. Es momento de ir presentando el futuro en base a lo que ellos se van esforzando y consiguiendo, de poco sirve hacerles creer que la vida es de color de rosa, que igual tienen un poco de suerte y …
¿Qué expectativas estamos creando a nuestros jóvenes? Tanto por exceso como por defecto, no sirve de mucho emitir un discurso basado en ideas subjetivas o en nuestra forma de ver las cosas, o incluso en nuestra experiencia personal. No esperemos que sea el tiempo o el destino el que solucione la papeleta, ya que luego tal vez sea un poco tarde para llegar a una solución adecuada.
La realidad acaba confirmando que aquellos que perseverar, creen en sí mismos, se preparan para diferentes situaciones y son capaces de comprometerse con lo que hacen y con ellos mismos, tienen más probabilidades de superar las adversidades que quiénes no tienen en cuenta ninguna de estas capacidades en su proceso de desarrollo.
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Psicóloga