Ayer celebramos el día internacional del libro y, como suele ser habitual, una fecha para recordar que la lectura es un hábito saludable que algunas personas no han terminado de adquirir. Es algo parecido a lo de hacer deporte, o lo de seguir una alimentación sana y equilibrada; sabemos lo importante que es y los beneficios que nos puede aportar, pero no acabamos de ponerlo en marcha. Para eso nos viene bien que haya días que favorezcan que lo recordemos y que nos preguntemos si queremos llevarlo a la práctica, en nosotros mismos o potenciarlo en personas de nuestro alrededor.
El hábito de lectura es recomendable a cualquier edad y merece la pena consolidarlo desde niños, porque va a suponer sacarle más provecho y ampliar el tiempo de disfrutar de los placeres que nos genera. Pero realmente ¿quiero que mi hijo lea? Si es así, ¿qué estoy haciendo? ¿Hay libros y lectura a nuestro alrededor? No caigamos en el error de entender que la lectura solo es un hábito adecuado si leemos gruesos libros de más de trescientas páginas. El hábito de la lectura también se refiere a leer prensa, revistas que tengan contenido escrito, e incluso artículos y documentación que encontramos en otros soportes. Si queremos que los más pequeños se interesen por los mensajes escritos y, a partir de aquí, investiguen y entren en el inmenso mundo de las palabras, no nos limitemos al libro en formato clásico, incentivemos que accedan a contenidos sobre temas que les gustan y les motivan. Pueden ser deportes, pasatiempos y un sinfín de temas que seguramente se encuentran en formato escrito.
Además de eso, podemos presentar la lectura como una forma más de diversión, no como una obligación, si les animamos a descubrir lo que se encuentra en algún tipo de libro o de texto, eso puede resultar una vivencia estimulante y enriquecedora. Podemos darle a los libros, cuentos o revistas, la importancia de ser un premio ante un logro o un acierto de nuestros hijos, una forma más de recompensa. Incluso puede resultar estimulante visitar la biblioteca de vez en cuando o alguna librería para ojear libros y cuentos. Podemos estimular su hábito leyéndoles en voz alta, siguiendo con interés las explicaciones de su propia narración sobre un cuento que estén leyendo; de hecho, puede ser gratificante permitirles que nos cuenten lo que están leyendo, ya que así fomentamos y comprobamos su comprensión lectora. No les obliguemos a que terminen un libro si descubren que no les gusta, de esta manera les condicionaremos a que, la próxima vez les suene a obligación y no quieran arriesgarse. Pensemos que, a través de los personajes de ficción, podemos descubrir algunas de sus emociones, destacarles valores y ayudar a que aprendan a ver las cosas desde diferentes puntos de vista. Y si además les animamos a que ellos se expresen, a que, a ciertas edades escriban un diario o un relato de algo que les haya ocurrido, si experimentan con su propia forma de expresarse a través de las palabras, entonces, estaremos completando el círculo y estimulando una creatividad muy interesante.
Hablar de libros, de textos, de lecturas, hablar de expresión escrita, es referirse a un mundo que forma parte de nuestro día a día, que está al alcance de cualquiera, que no supone prácticamente ningún coste y que puede resultar una fuente de diversión y de expresión inagotable. Podemos empezar siendo ejemplo para ellos. ¿Qué te apetece leer hoy? ¿Te apetece probar a escribir lo que sientes o a definir claramente tus ilusiones?
catalinafuster.com
Psicóloga