Con lo revueltos que andan los tiempos, resulta difícil saber qué es lo más adecuado a la hora de educar a nuestros hijos. Además, como ya hemos comentado alguna vez, todos tenemos la referencia de la educación que hemos recibido, de las cosas que no nos gustaron y de las que, cuando nos toca el papel de padres, creemos que no están tan mal. Junto con todo esto, hay algunas estrategias que hemos aprendido y no sabemos hacer de otra manera.
A pesar de que lo más habitual es mezclar aspectos de los diferentes estilos educativos, vamos a revisar cuáles son las características más representativas de cada uno de ellos. Comenzamos con el estilo autoritario, el que impone las normas, argumenta con el “porque si” o “porque no, y punto”. Se basa en el miedo al castigo, en exigencias elevadas y sin tener en cuenta el contexto o la situación que envuelve a las cosas, y no cuida demasiado la comunicación. En el lado opuesto está el estilo permisivo, basado en el afecto a grandes dosis, en la creencia de que no es necesario el control, con exigencias mínimas y con el convencimiento de que, en realidad, los niños aprenden solos.
Seguimos el recorrido con el estilo democrático, seguramente el más recomendable, basado en el afecto, en favorecer la autonomía y la madurez, en el que se establecen normas y límites adaptados a cada etapa del desarrollo de nuestros hijos. En este estilo se da importancia a la buena comunicación, a argumentar las razones y a fomentar las iniciativas, aunque con el control necesario y la corrección útil. Por último, el estilo negligente es el que se basa en la poca implicación emocional de la familia, en un afecto frío y distante, donde no se da importancia a las necesidades específicas. Además hay ausencia de normas y poco control, y suele generar situaciones extremas en las que se exagera todo.
La aplicación predominante de cada uno de estos estilos dejará consecuencias en el desarrollo futuro de nuestros hijos y, probablemente en su futuro profesional y personal. A grandes rasgos, la predominancia del estilo autoritario generará chicos inseguros y sumisos; en el estilo permisivo serán personas con poco autocontrol y poca capacidad de persistencia; por su parte el estilo democrático fomentará la autoestima y la búsqueda de competencias personales y el estilo negligente puede generar falta de autoestima y poco respeto hacia las normas.
Es cierto que como padres podemos equivocarnos, tener dudas, probar diferentes estrategias, pero finalmente acabamos definiendo un estilo propio de educación hacia nuestros hijos y es importante que reflexionemos sobre cuál es ese estilo, ya que las consecuencias van a ser importantes. Si bien podemos ser más flexibles unas veces y más estrictos otras, detrás de la mayoría de nuestras acciones educativas habrá una creencia y una definición de cómo creemos que hay que educar y esa idea será la que se aplique. No dejemos de pensar que son dos –padre y madre- los que educan con más intensidad y con el desafío de ponerse de acuerdo porque de ello depende la elección que hagamos del futuro de nuestros hijos y de los aspectos que queramos fomentar. A todo ello lo tendremos que acompañar de congruencia en las decisiones, de ejemplo y modelo en nuestros comportamientos y de paciencia y perseverancia en nuestras decisiones. Esperemos que el esfuerzo nos deje un buen resultado.
catalinafuster.com
Psicóloga