Con la llegada de la primavera, se acerca el momento de celebrar las primeras comuniones en muchas familias y, de esta manera, poner a prueba conceptos como la paciencia, la congruencia familiar, o la capacidad para contentar a todos y salir del lío sin haberse dejado cosas muy esenciales por el camino, además de una suculenta cantidad de dinero. O lo que es peor, tener la necesidad y la convicción de querer pasar por esta celebración pero tener que hacerlo con grandes limitaciones porque no están los tiempos para mucho gasto.
En estas líneas ya hemos puesto algunas pinceladas de lo que vamos a tratar aquí: por una parte, ¿qué significado tiene que nuestro hijo o hija vaya a celebrar su primera comunión?, ¿somos una familia con convicciones religiosas que aplicamos y consideramos en el estilo de vida común? O ¿vamos a seguir los rituales religioso-sociales para que nuestros hijos no se diferencien del resto y así no tener que dar explicaciones ni trabajar en revisar nuestra idea educativa en esta materia? Por otra parte, ¿vamos a hacer todos los esfuerzos necesarios por aparentar una situación social y cumplir con compromisos e invitaciones?, cueste lo que cueste y a pesar de que luego pasemos un verano con limitaciones, pero así seguir la norma y no actuar fuera de la misma.
En ningún caso pretendo hacer crítica de este evento que se lleva a la práctica con bastante normalidad y asiduidad en nuestra sociedad. Pero sí parece adecuado que, cuando se hace, tengamos fundamento para realizarlo y que le demos el sentido que deba tener. En cualquier familia de creencias e ideología religiosa, la primera comunión es un momento importante que, no obstante, tiene dos partes, la religiosa y la social. En otras familias, quizás menos creyentes y poco practicantes, tal vez, la primera comunión sea un evento destinado a dar a los niños su momento de protagonismo, igual que los compañeros de colegio. ¿Celebrarían igualmente nuestros hijos la primera comunión, si no hubiera fiesta y regalos? ¿Tendría el mismo sentido que el grupo de invitados fuera la mitad o se redujera a la familia cercana y a unos pocos amigos de nuestros hijos?
Ya hemos comentado muchas veces la importancia de educar siendo congruentes con los valores que queremos transmitir, y en este caso, no se trata de ninguna excepción. Si queremos celebrar un evento social, hagamos un evento social, y si creemos en un sacramento religioso, seamos capaces de darle el destacado necesario para que no quede diluido en otra cosa. Seamos congruentes, porque eso es educativo. Y ser congruentes supone también realizar un acto al alcance de nuestros recursos y posibilidades. Si decidimos dedicar un dinero a la primera comunión para que nuestros hijos sean como sus compañeros, tal vez luego tendrán que diferenciarse de ellos en otras cosas que no podrán tener, en otras actividades en las que no podrán participar, o en otros aspectos a los que la familia no podrá optar. Las primeras comuniones se preparan con casi tres años de antelación, tiempo suficiente para darle vueltas, encontrar un sentido y preparar el mensaje de cada familia. ¿Qué es prioritario en tu familia, dar una imagen a los demás o preservar el bienestar propio y la congruencia interna? Razona tu respuesta.
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