Esta semana hemos vuelto a cambiar al horario de verano y, aunque no vamos a repetir ni revisar aquello de las dificultades de adaptación que nos genera, si que creemos que vale la pena hacer una reflexión sobre la racionalización de los horarios y del ritmo de vida, en general y que afectan a los diferentes miembros de la familia. En esta ocasión, el cambio de horario nos ha cogido en vacaciones de Semana Santa, en vacaciones escolares, de manera que es posible que esto facilite un poco la adaptación de los más pequeños de la familia, ya que podemos adaptar mejor las horas de levantarnos, acostarnos y también el momento de las comidas que, probablemente, acaban siendo los momentos que marcan el día.
En nuestro ajetreo diario, seguramente tienen mucho que ver aspectos subjetivos de prisa, de capacidad de hacer cosas, de que el tiempo nos resulte rentable y podamos dedicarlo a varias de las cosas que habitualmente tenemos que dedicarlo: al trabajo, a la familia, a las tareas más o menos obligatorias y a algún pasatiempo (deporte, lectura, televisión). En todos estos aspectos hay dos ideas que resultan interesantes de manejar, la diferencia entre lo urgente y lo importante. Si acabamos considerando que todo es urgente e importante, nos vamos a saturar y nos sentiremos estresados y poco eficaces. Si recordamos que algunas de las cosas importantes podemos delegarlas en otras personas, y dejamos para nosotros lo verdaderamente urgente e importante haciendo una selección razonable, tal vez tengamos la sensación de que podemos llegar a lo que hay que llegar.
En el conjunto de nuestros horarios influyen aspectos externos, desde la hora en que uno tiene que ir a trabajar, o los chicos al colegio o al instituto, hasta la hora a la que terminan los distintos programas de televisión. Y hablando de televisión, no deja de ser sorprendente que muchos chicos en edad escolar o de instituto, se queden hasta las “tantas” para ver sus programas o series favoritas que terminan a horas poco recomendables y que dificultan poder llevar unos horarios saludables. No debemos olvidar que el descanso adecuado es imprescindible y que tiene gran influencia en el rendimiento que damos en todos los aspectos de nuestra vida, desde el laboral al emocional.
En estos días en que nos volvemos a adaptar al cambio de horario, puede resultar útil que aprovechemos para revisar cómo y a qué dedicamos nuestro tiempo, de qué forma gestionamos las cosas que hacemos y cómo vivimos nuestras prisas y nuestras urgencias. No menospreciemos el tiempo de ocio, aunque lo dediquemos a ver televisión, cine, juegos, lecturas, etc.
El tiempo es el que es, esto suena obvio, aunque a veces intentemos que las veinticuatro horas del día lleguen a cundir como veintiséis, sin lograr conseguirlo. Lo que sí podemos es lograr organizarlo para dar cabida a todas las cosas que queremos hacer, pero razonablemente, que no se nos olvide.
catalinafuster.com
Psicóloga