Se acerca el día internacional de la mujer y seguimos teniendo muchos argumentos para recordar y celebrar este día, especialmente dentro del ámbito del trabajo. Es cierto que no falta quien opina que se está exagerando el tema, que se le da una sobredimensión a todo lo que se tiene un sentido sexista o de menosprecio hacia los roles que se han considerado mayoritariamente femeninos. Precisamente, hace pocos días se ha generado cierta polémica en las declaraciones de un dirigente político que consideraba que la ministra de trabajo haría bien en dedicarse a hacer punto de cruz (no entro para nada en valoraciones políticas, sino de género). No suele leerse el mismo nivel de menosprecio cuando es hacia un hombre a quien se dirigen los reproches por cuestiones de poca competencia o de profesionalidad discutida.
Y si somos unos cuantos los que creemos que sigue siendo necesaria una cierta dosis de discriminación positiva para acortar las distancias entre las tareas que ejecutan hombres y mujeres, todavía resulta más curioso las respuestas que se generan el referirnos al empoderamiento femenino. Tal como yo lo veo, somos las propias mujeres las que debemos tomar la iniciativa en conseguir reducir distancias y situarnos en planos más equilibrados en cuestión de responsabilidad y compromiso. Por eso el empoderamiento sigue siendo una necesidad actual. El hecho de creernos que podemos, que estamos preparadas, cuando efectivamente lo estamos, en muchos casos sigue estando pendiente. Generar la suficiente confianza acompañando a la adquisición de destrezas y conocimientos, es una necesidad asociada al hecho de ser mujer, que todavía no ha terminado de conseguirse.
El empoderamiento no solo se refiere a la capacidad de decidir, de elegir libremente, es también sentirse libre y autónoma para valorar las prioridades propias, no solo las prioridades de los demás que llevamos siglos asumiendo como nuestras. Es darse la oportunidad de atender a nuestras necesidades, las nuestras como persona, satisfacer nuestros deseos sin sentirnos culpables o egoístas. Es tener el control de lo que nos rodea y sentirnos libres a la vez que responsables de lo nuestro y co-responsables de temas que tenemos en común con otros, la pareja por ejemplo.
Es cierto que hemos avanzado mucho, afortunadamente es así, pero todavía podemos mejorar más. Podemos y queremos situarnos más en el espacio público, hacer visible todo lo que podemos aportar, no para ponerlo por delante de otras cosas, sino para que no tenga que quedarse detrás de nada. Para que aprendamos a sentirnos lo que somos, seres con capacidad de participar igual que otros y con capacidad de aportar según nuestras cualidades y capacidades y no según una identidad genética.
A través del empoderamiento femenino podemos generar la conciencia colectiva que nos permita llegar al estado ideal en el que se valore a los individuos por lo que aportan, por sus habilidades, conocimientos, talento e implicación, sin que esas características vayan asociadas a un sexo u otro. Mientras tanto, vale la pena promover el empoderamiento como proceso interno que cada mujer puede hacer para sentirse auténtica, valorada y libre, y jugar así su papel en los ámbitos en los que tiene que relacionarse y desenvolverse.
catalinafuster.com
Psicóloga