La vida de pareja, puede ser fuente de conflictos y complicaciones, de manera que, en algunos casos lleva a que los componentes de la misma puedan cuestionarse la continuidad de la convivencia común. Llegados a este punto, puede ocurrir que la pareja (o alguno de sus miembros) tenga la necesidad de encontrar un culpable, persona, situación o tema a quien otorgarle la responsabilidad y, en base a eso, procurar generar en la otra persona buena parte de ese malestar e incomodidad que uno siente y que no sabe dónde situar.
En nuestro país, la separación o el divorcio son estados civiles relativamente recientes y no siempre aceptados con normalidad. Además, se considera un fracaso cuando relación termina. ¿Existe otra forma de verlo? Realmente sí. Si consideramos que una pareja, específicamente un matrimonio, es una relación contractual, no siempre nos sentimos fracasados cuando un contrato finaliza. A veces incluso podemos verlo como un trámite que nos permite intentar algo mejor, en base a lo aprendido. No pretendo frivolizar con las relaciones personales, pero hay casos en los que una relación es la base para que las personas maduren, consigan experiencia y puedan luego aplicar esas nuevas habilidades y capacidades en otra situación nueva, sin condicionamientos previos.
Está claro que no es así de sencillo. Además, en las rupturas matrimoniales puede haber víctimas colaterales, los hijos, que van a sufrir cambios sin capacidad de decisión sobre ello. De este tema nos ocuparemos en otro momento. Lo que quisiera exponer hoy es un concepto diferente de la separación, de la ruptura. Podríamos estar de acuerdo en que una de las habilidades que favorecen que una pareja dure es la comunicación. Esta habilidad que parece que todos tenemos, requiere una atención y entrenamiento especial, que no todas las personas consideran importante. Cada uno comunica de una determinada manera, y no solo con las palabras y expresiones verbales, sino con todo el cuerpo, gestos, miradas. Los sentimientos y emociones también comunican y, por esta razón, es tan importante lo que pensamos y lo que creemos.
En este rápido recorrido entre lo que pensamos y cómo actuamos, me vienen a la mente las palabras de Ghandi “Cuida tus pensamientos porque se volverán palabras. Cuida tus palabras porque se transformarán en actos. …” Podría resultar adecuado plantear la comunicación, en base a los elementos que dependen de cada uno de nosotros, evitar ser tan contundentes juzgando al otro y definiendo lo que debería hacer; y ocuparnos de pensar en lo que puedo hacer yo para sentirme bien y sin perjudicar a quien tengo a mi lado. No se trata de caer en el egocentrismo, pero sí en pensar con cierta calma en actuaciones y comportamientos enfocados al bienestar y no en hacer que la persona “se entere de lo que me hace pasar”. Habitualmente pasamos por las situaciones que queremos pasar y consentimos a los demás lo que en el fondo estamos dispuestos a consentir.
Y volviendo al principio, cuando una relación no funciona y se opta por terminarla, por complicado que parezca, se puede hacer desde el respeto y desde la serenidad. Sea como sea, en la historia de esas personas, su tiempo juntos no lo borrará nada. Y como en todas las situaciones, hay elementos negativos y otros positivos que nos permiten ser algo mejores.
catalinafuster.com
Psicóloga